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Aquella mañana del 8 de noviembre del 63 aC todos pensaron que, una vez se había descubierto su conjura para acabar con la república romana, ... Catilina no tendría la desfachatez de aparecer en la sesión del Senado como si tal cosa. Pero su cinismo y su soberbia no tenían límites. A pesar de que se habían desenmascarado sus planes, a pesar de que se habían desvelado sus pactos contra la república, ahí estaba, sentado en su escaño.
Al verlo, Cicerón comenzó su famosa primera 'Catilinaria' saltándose lo que llevaba escrito, «¿Hasta cuándo, Catilina, seguirás abusando de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo aún estará burlándose de nosotros tu furor? ¿Hasta que límite llegará tu osadía desenfrenada? ¿No te das cuenta de que tus maquinaciones han sido descubiertas?». Recuerdo este famoso comienzo de las 'Catilinarias' de Cicerón a propósito de Pedro Sánchez que, a pesar de sus pactos con los filoetarras y con los golpistas independentistas se pasea con la misma desfachatez que Catilina, en este caso por algunos platós de televisión y estudios de radio -solo por algunos-. Lo hace sin responder a lo que se le pregunta, y abroncando a los periodistas. Ahora Sánchez se asoma, brevemente, a algún micrófono porque no se atreve a salir a la calle.
En el debate televisivo de Sánchez y Rajoy del 14 de diciembre de 2015, Sánchez pronunció aquella frase de «el presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente. Y usted no lo es». Sánchez perdió aquellas elecciones.
¿Qué es ser un presidente decente?
Soltar a la calle a cientos de violadores y pederastas a pesar de los informes recibidos que avisaban de las consecuencias si se aprobaba la ley del «Sí es sí», eso no es propio de un presidente decente.
Aliarse con los filoetarras para mantenerse en el poder, negociar con ellos leyes como la de Memoria Democrática o permitir que reescriban la historia a quienes homenajean a asesinos de ETA, los incluyen en las listas y están en contra de la Constitución, eso no es propio de un presidente decente.
Indultar a los golpistas independentistas y cambiar las leyes de sedición a cambio de obtener su apoyo para seguir en el poder, eso no es propio de un presidente decente.
Invadir al asalto partidista el Tribunal Constitucional, paralizar los órganos de gobierno de la justicia, nombrar fiscal general del estado a su ministra de justicia (¡y qué ministra, homófoba!), saquear la independencia de la fiscalía o criticar a los jueces por no plegarse a sus intereses sectarios, eso no es propio de un presidente decente.
Después de cinco años fomentando la polarización y el enfrentamiento entre los españoles, ejerciendo el poder desde la soberbia y el cinismo, los españoles, el domingo 23 de julio van a poder recordarle a Sánchez: «El presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente. Y usted no lo es».
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