Te ayudaré a conseguir el vellocino de oro, pero tienes que llevarme contigo», le dijo Medea a Jasón.
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- «Te vendrás conmigo y nos casaremos», ... le contesto Jasón.
Medea era la hija del rey de un territorio que estaba en el mar Negro, muy lejos de Grecia. Este rey tenía bajo custodia el famoso vellocino de oro -la piel de oro de un carnero con alas- a por el que fue Jasón con sus famosos argonautas. Medea, que era maga y hechicera, como su tía Circe, se enamoró de Jasón y no es que le ayudara a superar las pruebas para conseguir el vellocino, es que en realidad lo hizo todo ella.
Una vez en su poder la mágica piel de oro del carnero, huyó con Jasón, y para evitar que su padre les alcanzara fue despedazando a su hermanastro y arrojando las partes del cuerpo al mar para que este se entretuviera en recoger los restos de su hijo. Esto permitió a Jasón y los argonautas escapar. Medea se casó con Jasón y tuvieron dos hijos, pero a los diez años Jasón abandonó a Medea para casarse con otra mujer, Glauce, hija del rey de Corinto (Jasón quería un reino a toda costa).
A partir de aquí entra en juego una de las grandes obras de la literatura universal, la 'Medea' del trágico griego Eurípides. Para vengarse de su marido, Medea asesinó a los hijos que había tenido con Jasón (además de a Glauce y al rey Creonte). Con la tragedia exorcizamos el mal, descendemos a los abismos más oscuros del alma, y nos purificamos al acabar la representación o la lectura porque al espectador o lector no le sucede lo que a esos personajes tan desgraciados. El problema es que sigue sucediendo en la realidad y cada vez más. A hacer daño a sus ex parejas usando como instrumento a los hijos en común le llamamos violencia vicaria. En lo que va de año, siete menores han muerto asesinados por sus progenitores, cifra trágicamente récord en España. El 17 por ciento de los crímenes en nuestro país son por violencia de género, pero no va con los españoles este drama real, porque en la encuesta del CIS solo un dos por ciento lo considera uno de los principales problemas del país.
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«¡El horror! ¡El horror!» son las últimas palabras que pronuncia el protagonista Kurtz en una de las grandes obras del XX, 'El corazón de las tinieblas' de Joseph Conrad que Coppola llevó al cine en 'Apolcalypse now'. Eurípides llegó también, y antes, a ese lugar que nos espanta, el corazón de las tinieblas.
La violencia vicaria es un recordatorio brutal de que los monstruos más temibles caminan entre nosotros, disfrazados de normalidad hasta que descienden al corazón de las tinieblas. La legislación debe ser implacable, la prevención mayor y la sensibilización más incisiva para terminar con este horror. Solo entonces podremos mirarnos al espejo y reconocer algo más que el horror; reconoceremos la capacidad humana para superar nuestras tinieblas más profundas.
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