Qué gran artista muere conmigo!» exclamó Nerón al morir en el 69 d.C. El emperador romano nos resulta familiar porque es un fijo en ... la semana que tenemos a la vuelta de la esquina, Semana Santa. Año tras año, las cadenas de televisión nos ambientan estos días con películas de romanos, y una de las fijas es 'Quo vadis', ese peliculón suntuoso de 1951 dirigido por Mervyn LeRoy. Siempre imaginaremos a Nerón como Peter Ustinov, que lo interpreta magistralmente.
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Todas las fuentes históricas nos presentan a Nerón como un tirano, enfermo de narcisismo, con pretensiones de artista: es inolvidable la escena en la que canta tocando la lira mientras Roma arde, en un incendio que algunos le atribuyen. Fue uno de los gobernantes más infames de la antigüedad, que eliminó a todos los que podían hacerle sombra en el poder. Ahora, al no poder cargárselos físicamente, utilizaría a la inspección de hacienda y a la fiscalía para liquidar a sus rivales políticos. Las palabras de Nerón al morir son la mejor muestra de su ego enfermizo y narcisista.
Recuerdo la frase que el historiador Dión Casio atribuye a Nerón, a propósito de uno de los momentos estelares del sanchismo: la rueda de prensa en la que Epafrodito Bolaños (Epafrodito era el liberto, antiguo esclavo liberado, y secretario de Nerón) anunciaba el acuerdo sobre la Ley de Amnistía y se felicitaba a sí mismo. Literalmente, terminaba así sus declaraciones: «quiero concluir felicitándome». Pensé que era fake, pero no lo era. Epafrodito Bolaños dixit.
Bolaños hablaba por boca de su señor, Sánchez que, como Nerón, es el culmen del egocentrismo. Sánchez se felicita a sí mismo. Los españoles en cambio no podemos felicitarnos por sufrir su ejercicio despótico del poder, no podemos felicitarnos por la deuda pública que nos devora, no podemos felicitarnos por la corrupción que corroe su gobierno, no podemos felicitarnos por haber soltado a más de mil violadores, no podemos felicitarnos por los millones de parados, no podemos felicitarnos por las listas de espera cada vez más largas en la sanidad, no podemos felicitarnos por esa ley de amnistía que liquida la igualdad entre los españoles, esa ley que blanquea a malversadores y los delitos cometidos por los golpistas independentistas (así los sentenció la justicia), todo ello por el único objetivo de seguir en el poder.
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Nepotismo, arbitrariedad, crisis, corrupción, persecución despiadada desde el poder a quien no se pliega a sus intereses... ¡quién nos iba a decir que Nerón iba a volver, pero esta vez no en las películas de Semana Santa sino a la política española! Sánchez, cada mañana, desde las ventanas de la residencia presidencial, envía al sicario Oscar Puente -en 'Quo vadis' es Tigelino, clavadito en su crueldad- tuiter en mano, a reprimir la más mínima crítica. Mientras tanto, contempla ufano los jardines de la Moncloa, y proclama «¡Qué gran artista soy!... ¡Me felicito!». Nerón en la Moncloa.
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