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Buenos días doctora!» -dije mientras abría la puerta después de que mi número hubiera aparecido en pantalla-. «Buenos días, pase, pase, siéntese, cuénteme» -me dijo ... la joven médica mientras me hacía una indicación amable con la mano-. Acostumbrado a que en mis últimas consultas el médico que me atendía no apartara casi los ojos de la pantalla, su mirada me desconcertó tan gratamente que por un momento no supe por dónde empezar.
Recordé entonces una anécdota que me contaba este verano la psiquiatra María López Ibor sobre Gregorio Marañón y la necesidad de escuchar, de escuchar al paciente y en general de escuchar a los demás. Le preguntaron al médico y escritor cuál era la innovación más importante en medicina en los últimos años y contestó: «La silla».
¿La silla? Marañón murió en 1960, es decir, unos cuantos avances médicos tecnológicos había habido para entonces. ¿Por qué «la silla»? Porque la silla permite al paciente que se sienta en ella que explique lo que le pasa y permite al médico que pueda escucharle y examinarle.
La tecnificación es importantísima en la medicina, claro, qué obviedad, es uno de los grandes progresos de la humanidad, pero esto «no puede tener como consecuencia que se pierda el toque humanístico en la profesión», como bien defendía hace unas semanas el Doctor José Antonio Oteo, uno de los referentes de la medicina española en enfermedades infecciosas.
El trato humano y esto que llamamos «ojo clínico» es algo esencial en la medicina, que es una ciencia y un arte. Los médicos que combinan la técnica con la empatía y con el apoyo emocional, brindan una atención más efectiva.
Gracias a la inteligencia artificial vamos a disfrutar de avances extraordinarios en el diagnóstico de enfermedades. Es una gran noticiapero latecnología es un instrumento en medicina, no puede sustituir a la comunicación del médico con el paciente. Al fin y al cabo, como decía el genial Miguel Mihura «un médico es alguien que te habla en griego mientras te acompaña a la tumba».
En agosto tuve la oportunidad de impartir un taller de oratoria en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Me llamó la atención que una de las profesiones más frecuentes de los alumnos era la de médico. Cuando les iba preguntando, por separado, a cada uno con qué objetivo hacían el curso, la respuesta era parecida: «Necesito aprender técnicas de comunicación para hablar con mis pacientes».
En clase de oratoria siempre digo que lo más importante para hablar en público o con otra persona es saber escuchar (dicen que en España tenemos un déficit de hablar en público, es cierto, pero es mayor el déficit de escuchar, aunque eso... es otro artículo)
Escuchar es absolutamente imprescindible para algo tan indispensable en medicina como el ojo clínico. Por eso, cuando la médica me miró, me invitó a sentarme y me dijo con tono calmado, «cuénteme qué le pasa», me acordé de la silla de Marañón.
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