Urgente Catalá expulsa del gobierno a Badenas y reparte sus competencias entre otros concejales de Vox

El teatro y los espectáculos de gladiadores, por lo general, suelen provocar aplausos comprados». Cicerón describe cómo ya durante la República se compraban grupos de ... animadores profesionales para iniciar cánticos y lanzar insultos contra los adversarios políticos, y continúa: «¿Para qué voy a señalar ahora qué individuos y qué clase de ciudadanos aplauden sobre todo? No os engañan a ninguno de vosotros».

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Si esto pasaba durante la República romana, hace 2.100 años, no digamos nada durante el Imperio. Nerón infiltraba a sus secuaces -nos lo cuenta el historiador Tácito- para que dirigieran el aplauso del público cuando él estaba en el escenario.

Ya en el mundo clásico la imagen pública de un líder político era tan crucial como sus políticas. Mientras que las manifestaciones de apoyo organizadas desde el propio gobierno han sido una herramienta de los políticos a lo largo de la historia como un instrumento de propaganda (el franquismo en el Palacio de Oriente, los golpes de pecho del sanchismo en Ferraz) hasta el apoyo virtual con la contratación de ejércitos de 'bots' y 'trolls' en las redes sociales, algunos gobernantes han adoptado técnicas cada vez más sofisticadas para crear una imagen de consenso y apoyo popular que no refleja la realidad.

Este fenómeno incluye la contratación de personas para que, disfrazadas de ciudadanos comunes, publiquen mensajes de apoyo y ataquen a opositores en plataformas como X (antes Tuiter) Facebook e Instagram. Este ejército digital crea una ilusión de consenso y entusiasmo popular, influyendo en la opinión pública y en la cobertura mediática. En Rusia, el Kremlin ha sido acusado de operar 'granjas de trolls' que difunden propaganda progubernamental y desinformación. Sin embargo, esta práctica no es exclusiva de regímenes autoritarios. Incluso en democracias como la nuestra, se da la contratación por el partido del Gobierno de «aplausos comprados» que diría Cicerón.

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Por ejemplo, hace unas semanas la periodista Ketty Garat desvelaba que una persona contratada por el grupo parlamentario socialista del Congreso gestiona, bajo seudónimo, una cuenta con muchos seguidores en la red X, no solo para elogiar todo, absolutamente todo lo que hace Sánchez (se entiende que no lo va a criticar, de acuerdo) sino para destacar una y otra vez...¡lo guapo que es!, literalmente, en una exaltación delirante del culto al líder. Y todo eso pagado con nuestros impuestos.

Esta manipulación digital plantea serias preguntas sobre el verdadero sentido de la opinión pública. ¿Pueden los ciudadanos tomar decisiones informadas si su percepción de la realidad está siendo constantemente manipulada? ¿Qué implicaciones tiene esto electoralmente? ¿Cómo afecta a la democracia?

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Ya añadía Cicerón en ese mismo discurso (por cierto, el «Pro Sestio») que a algunos políticos «un aplauso les parece que significa necesariamente la inmortalidad». Con alguno habría que hacer como con los generales que desfilaban triunfantes en la Roma clásica, a los que -para evitar la soberbia- un siervo les iba repitiendo al oído durante el desfile «recuerda que eres mortal».

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