Cuando ve que se acerca su fin, construye un nido con ramas y especias, y allí, consumida por el fuego, renace de sus propias cenizas». ... Ovidio nos cuenta la historia del Ave Fénix, un ave única que, al notar que su ciclo de la vida llega a su fin, no teme el fuego, sino que lo abraza. Se rodea de lo más bello y fragante (la estética siempre, hasta el final), se consume en llamas y resurge con nueva fuerza de sus cenizas. Un mito que nos habla de la capacidad de renacer después de la adversidad.
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He recordado este mito al ver las Fallas de Valencia, sobre todo este año. Las Fallas son el Ave Fénix hecha comunidad. Se levantan monumentos impresionantes, con una creatividad y un esfuerzo descomunales, solo para ser consumidos por el fuego en la Cremà. Pero la fiesta no termina ahí: al día siguiente, los falleros ya están pensando en las figuras del próximo año. Todo vuelve a empezar, con más ilusión, con más fuerza. Como el Ave Fénix.
Y en este 2025, más que nunca. El 29 de octubre de 2024, la dana golpeó con dureza la Comunidad Valenciana. Inundaciones, muertos, destrucción, dolor. Localidades devastadas. La vida arrasada, las calles convertidas en ríos, las casas en ruinas. ¿Cómo seguir adelante después de eso?
La respuesta está en el fuego de las Fallas. No es un fuego que destruye, sino que purifica. Nos recuerda que de las cenizas se puede volver a empezar. Como cada año hacen las Fallas, como hizo el Ave Fénix. Son el mejor ejemplo de que la vida no se detiene ante la destrucción, sino que se reinventa con más fuerza. Cada año, se levantan con mucho tiempo y esfuerzo, se consumen en llamas y, sin embargo, al día siguiente ya se está preparando la próxima edición. No hay desaliento ni resignación, sino un compromiso colectivo para volver a hacerlo.
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Albert Camus, al recrear el mito de Sísifo, nos habla de la repetición incesante, del esfuerzo constante sin final aparente: Sísifo está condenado a empujar eternamente su roca montaña arriba, solo para verla caer de nuevo. Pero Camus le encuentra un sentido: en la lucha misma hay dignidad, porque el verdadero fracaso no está en volver a empezar, sino en rendirse.
¿Por qué fascinan las Fallas al mundo entero? Porque son la prueba de que cuando algo cae, lo importante no es lamentarse, sino levantarse y seguir adelante. Son la metáfora de que siempre podemos volver a empezar. El ejemplo de que podemos resurgir de nuestras propias cenizas, como el Ave Fénix.
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