Sufro síndrome de Diógenes musical, en mis listas de reproducción se mezcla todo. En lo que respecta a canciones, no hago prisioneras ni las segrego por prejuicio. Cuando conduzco, lo mismo pueden sonar joyas perdidas, como la 'La llamada' de Sergio y Estibaliz; rarezas de coleccionista, como 'Patrick, amor mío' de Isabel Patton; himnos masculinos, como 'Jardín prohibido' de Sandro Giacobbe; piezas maestras, como 'Ser árbol' de Nacho Vegas; o tributos a mis paraísos perdidos, como 'Fool's Overture' de Supertramp. Todo junto y revuelto, tal que recuerdos de muertitos a la venta en el Rastro. Por eso, mi hija Ñus, la pequeña, que desde el asiento de atrás del coche se empapa de mi falta de criterio acústico, ha podido decirme: Papá, siguiendo la evolución de las letras de las canciones de tus abuelos a las de tus padres, de las de tus padres a las tuyas y de las tuyas a las de mi generación, se cuenta un derrumbe histórico».
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Tiene razón. De 'El reloj' de Los Panchos a 'Mis manos en tu cintura' de Adamo, va un salto atrevido, igual que de ahí a 'Divina' de Radio Futura, otro brinco liberador, pero para llegar a lo de hoy, por ejemplo, al éxito 'Dentro de mí' de Franco 'El Gorilla', cuyo estribillo reza «La tengo en cuatro, me pide que la vire y se la eche en la cara», no se precisa sólo un descenso, sino una verdadera caída por el precipicio de la mala educación. Lo que me sorprende es que, actualmente, al mismo tiempo que estas letras de perreo, machistas y, muchas veces, pornográficas, se imponen entre los adolescentes, los viejos cantautores corrigen las suyas para adaptarse a la ideológica dominante. El primero en quien lo detecté fue en Luis Eduardo Aute, con el que siempre estaré en deuda sentimental, que borró la palabra «coñazo» en 'Pasaba por aquí'. Pero más desconcertante resultó lo de mi bien querido Joan Manuel Serrat. En 'Fiesta', donde antes al prohombre y al gusano los encontraba el sol, empapados en alcohol, «magreando» a una muchacha, ahora sólo están «abrazando» a la susodicha. La versión antigua de la canción no se encuentra en Spotify. Menos cuando Serrat canta con Sabina, claro, entonces sí reaparece el magreo. Cosas de las trincheras culturales, supongo.
Entre los que reducen la música al puro apareamiento y los que se autocensuran por lo que escribieron hace treinta años, cuando no sabíamos que Machado es heteropatriarcal, ¿quién queda? Pues eso, Nino Bravo, para el que América todavía era inocente; Cecilia, que no vivió bastante para arrepentirse de su 'Ramito de Violetas' y yo, que tengo alma de karaoke de barrio.
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