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No es una guerra, sino un muro. Las guerras son contra alguien y por algo, los muros se levantan frente a todos y por inseguridad. Lo llamamos guerra comercial, pero es un muro comercial. Lo que Donald Trump ha levantado es una muralla que puede convertir a EE. UU. en una isla autárquica y, a medio plazo, acabar con su liderazgo mundial. Sus aranceles podrían servirle si todos tuviéramos necesidad de vender en EE. UU. y sólo en EE: UU., pero el mercado es infinitamente más grande que eso y lo que provocará, tras un periodo de adaptación, será que los demás nos pongamos de acuerdo para comerciar entre nosotros. Venderemos en Mercosur, Australia, Canadá, India, incluso China, lo que los estadounidenses no podrán comprar, aunque quieran, por sus propios aranceles desorbitados, y también importaremos de esos países lo que antes comprábamos a los estadounidenses y que, por nuestros aranceles de respuesta, se encarecerá demasiado. Mención aparte merecen las tecnológicas. Visto lo visto, Europa debe dejar de ser una colonia digital de las redes y nubes norteamericanas. Urge recuperar la independencia de nuestra industria digital.
Ningún imperio ha sido eterno y ninguno lo será. Los imperios, primero, se expanden sin conocer sus confines; después, se agotan, se detienen tras una sucesión de fracasos que les muestran su fragilidad y, finalmente, construyen un muro que les proteja de los bárbaros, o sea, de los otros. Los romanos lo llamaron el 'limes' y, desde Escocia hasta la desembocadura del Danubio, consistió en una barrera que, por un lado, excitó la ambición de los bárbaros de asaltarla y, por otro, impidió que los propios romanos fueran más allá. Cuando le pones una cerca a tu propiedad es verdad que se hace más difícil que alguien entre, pero también a ti se te hace más difícil salir. Los EE. UU. han pasado de la etapa en la que promovían el libre comercio mundial a protegerse de él. ¿Por qué? Por miedo, todo el proteccionismo es siempre frente al miedo, ante la fortuna nadie se encastilla. Y si el líder del mundo tiene tanto miedo como para encerrarse tras una muralla comercial ¿qué mensaje está enviando a sus aliados y, sobre todo, a sus adversarios?
En este nuevo escenario, en el que Europa ha quedado al otro lado del 'limes', los europeos debemos reforzar nuestra unidad, recordar los principios y valores que nos hacen únicos y ganar espacio en el mundo bajo la bandera azul de las estrellas. Juntos somos un mercado mayor que el de los EE. UU. y, si no nos contagiamos de su autarquía, más próspero cuanto más afuera del muro de Trump.
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