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Debo decir que a los niños de ahora casi no les ponen inyecciones y que, cuando no queda más remedio, suele ser en el brazo y con agujas que pinchan menos que avispas. No como a nosotros, que nos dejaron el culo como un acerico. Y parece mentira que, tantos años después, me produzca nostalgia recordar al tipo del maletín, conocido como «el practicante», cuyo trabajo consistía en ir de casa en casa pinchando traseros de buenas personas. En la mía, nos pinchaban mamá y papá, enfermera y médico. Si cierro los ojos, aún puedo sentir el dorso de la mano de cualquiera de los dos dando golpecitos para comprobar si tenía el culo relajado, «Ponlo blando...», a continuación, el frío paso por una nalga del algodón empapado en alcohol y ¡zas!, el aguijonazo. De ese tipo de hipocondría sentimental, que convierte lo cotidiano del pasado en su herida literaria actual y lo evocable en lo bello, está compuesto el poemario «Tus canciones y las mías», de Daniel Ramírez García-Mina, el Nuevo.

Dejándose llevar por las letras de los Beatles, que varias generaciones compartimos como hilo musical de nuestro ascensor biográfico, el joven Daniel se pregunta 33 veces, en 33 poemas, lo que todos cuando miramos atrás: ¿cómo no me di cuenta de que aquello era la felicidad? Se termina el libro con la impresión de que la poesía desconoce el tiempo presente. Defiende que «El zumo, ¿colado o sin colar?» es la primera decisión que toma un niño y su primera resurrección ver la vida por delante, pese a recibir un suspenso. Y añade: «No tengo mundo interior, tengo mundo anterior». Y quién no, y ahí atrás, en ese mundo anterior, disimulado, un Peter Pan enamorado de Wendy. Todos los niños perdidos estamos enamorados de Wendy, y Daniel Ramírez García-Mina también. «Tus canciones y las mías» es un libro de poesía al alcance de todas las edades, como los Beatles.

Estos niños de hoy prefieren canciones a poesía, claro, se tragan mejor la letra con música

Cada vez leo más poesía que trate de mí y menos sobre dioses, revoluciones o geometría. Y para que lo leído me concierna, a veces, prefiero escribirlo yo mismo, como cualquier adolescente. De uno hablan Carlos Marzal, tengo su libro «Euforia» junto a mi cama de Madrid, y Luis Alberto de Cuenca, tengo «Los mundos y los días» junto a la de Valencia, pero ya casi nadie más. Bueno, Lola Mascarell, cuya última obra, «Préstame tu voz», me llegó ayer. Pero estos niños de hoy, a los que atiborraron a Dalsy en vez de asaetearlos con inyecciones en el culo, prefieren canciones a poesía, claro, se tragan mejor la letra con música. Por eso, lo de los Beatles de Daniel me parece un acierto de poeta contemporáneo.

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