El enamoramiento de los nuevos usados es la sorpresa de nuestro tiempo. Nunca existió esa segunda oportunidad, al menos, para el público en general. Al menos, para las mujeres. La extensión de la esperanza de vida, la salud con que nos hacemos viejos, la tolerancia convertida en virtud pública, la certidumbre de que en una biografía cabe más de un amor, entre otras razones, han facilitado que podamos enamorarnos con más de cuarenta, cincuenta, sesenta... En los clásicos sólo enloquecían de amor los adolescentes o los jóvenes (Julieta tenía trece y Romeo diecisiete), hoy cualquiera puede perder la cabeza sin que importen sus años. Conste que hablo de amor y no de sexo, que eso siempre estuvo al alcance de los varones de cualquier edad.

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Acabo de leer dos extraordinarias novelas sobre amantes maduros, pasiones reutilizadas, hogueras apagadas vueltas a encender. En 'La belleza debe morir', Mercedes Corbillón, una Annie Ernaux española que sorprenderá a los hombres que se atrevan a preguntarse lo que ellas piensan y sienten en realidad por nosotros, tan simples, tan mostrencos, tan prescindibles como lo son nuestras bravuconadas, dice: «En el amor, además, es ridículo buscar explicaciones». No, no las hay. La locura se desata sola. Corbillón escribe delicioso, aunque leerla resulte acre; sus páginas dejan gusto a madrugada posterior a la rendición, dulcemente amargo. De lo mejor que se ha publicado este año. Para buscar en la librería hasta encontrarla.

Y acaba de regresar mi admirada Carmen Amoraga con 'El corazón imprudente', una delicada novela valenciana sobre el amor más culpable surgido de la mayor inocencia. Las esposas infieles deben existir para que existan los esposos infieles, claro, y ambos para que se cumpla lo que dije al principio: que el amor de Wallapop es la revolución sentimental contemporánea. «Tal vez vivir con José Manuel no fuera como soñar con vivir con José Manuel», piensa Tina, la casada enamorada del casado en la obra. La mayoría verá reflejados en este libro sus sentimientos más privados, porque, en esta vida de carne y pelo, quien no se haya divorciado habrá tenido, como mínimo, una aventura, o se la habrá imaginado. Es así, enamorarse de una casada o divorciada estando casado o divorciado es justo así, como Amoraga cuenta, y lo sé por experiencia. Al leer estas líneas, algún lector mirará a su mujer de soslayo. Y sí, amigo, lo siento, a ella también le habrá ocurrido... El amor sigue siendo casi el único tema de la literatura, lo es de la existencia. El mundo se hace viejo y, aunque se renueve, no cambia.

El amor sigue siendo casi el único tema de la literatura, lo es de la existencia. El mundo no cambia

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