Urgente La Lotería Nacional del sábado deja el primer premio en un popular municipio valenciano y otras cinco localidades

Pónganse las gafas de llorar porque quien tenga corazón las va a necesitar en los próximos días cuando pasemos de las cifras a los rostros. ... Si Dios quiere, y digo Dios porque es preciso, hoy entrará en vigor la tregua acordada entre Israel y Hamás. Veremos a israelíes secuestrados regresando con sus familias después de casi quinientos días de cautiverio terrorista y también a dos millones de palestinos desplazados en la franja de Gaza buscando sus casas bajo las ruinas. Habrá escenas que nos abrasarán y nos harán preguntarnos en qué consiste lo humano, pues quizá algunos carezcan de tal cualidad ética. De los noventa y ocho cautivos que todavía retiene Hamás, treinta y tres serán liberados, se supone que todos vivos: diez mujeres, diez hombres mayores de cincuenta, dos de ellos de más de ochenta, once enfermos y los dos niños Bibas, los pelirrojos que tenían nueve meses y cuatro años cuando los raptaron. El estado de los pequeños y su madre, Shiri, es un misterio, pues no retornaron en el alto el fuego de noviembre del 23 y los secuestradores informaron de su muerte. Habrá que contener la rabia cuando sean entregados.

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Del lado palestino, el recuento estremece porque las cifras monstruosas no permiten poner nombre a los cadáveres. En los quince meses transcurridos desde el ataque terrorista de Hamás, en Gaza han fallecido casi cincuenta mil personas, entre ellas, cerca de dieciocho mil niños. Eso antes de levantar los cuarenta y dos millones de toneladas de escombros en que consisten ahora aquellas ciudades, producidas por ochenta y cinco mil toneladas de explosivos, y descubrir los cuerpos que haya de desaparecidos o descontados. En cuando las televisiones y los fotógrafos lleguen a los rincones donde la destrucción ha sido más bestial y cuenten lo que hay, no duden de que llorarán. No hay odio por irracional o criminal que sea, no lo hay..., que pueda entender, no ya justificar, tanto dolor, tanta maldad. Y ¿para qué?

A ustedes, que habrán ido a misa, o a tomar el aperitivo, o ambas cosas, según sean sus creencias, les ruego que no cierren los ojos ni apaguen el televisor cuando hoy reaparezcan, ojalá vivos, los niños Bibas, tampoco cuando los niños palestinos se encuentren una bomba sin explotar entre los restos de su escuela; entérense bien de lo que se hizo, como mínimo, con nuestro soporte moral. De todo cuanto se ha destrozado, lo más difícil será desenraizar el rencor en esos niños, de un lado y otro, que en el futuro habrán de decidir reanudar o no esta guerra eterna. De los Bibas y los Bibas palestinos depende la verdadera paz.

No hay odio por irracional o criminal que sea, que pueda entender, no ya justificar, tanta maldad

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