Secciones
Servicios
Destacamos
Escribo sentado junto a Vicent, al volante de la furgoneta, camino de Camporrobles. Nos adentramos en la Siberia valenciana, esteparia, despoblada y fría. Me dirijo a una estación de tren cerrada por orden de este Gobierno, quiero responder desde ahí, desde la tierra que se vacía y se seca, al presidente que echó el candado a esa estación y que ayer se apareció en Valencia para exhibir sus posturitas progresistas. Nuestra furgoneta es lo contrario de su Falcon: circulamos a ras de asfalto; pegamos la hebra en bares de carretera con paisanas y gasolineros, no con asesores de Harvard; y llevamos una torta de tajá por si el hambre..., en lugar de los aperitivos del mueble bar que el Hombre-Falcon picoteará mientras contempla a los españoles desde su altura. Nuestra patria vista desde su avión es un bonito mar de tierra, marrón como cuero de bolso de Loewe, pero, conforme te acercas a la realidad, se va transformando en el principio de todos los desiertos, el de la política, el de la agricultura y el del alma. De la España abandonada un día se marcharán hasta los muertos, cogerán sus cajas y se largarán a enterrarse cerca de alguna urbanización de adosados, como mínimo, fase III.
Las campañas electorales son el recreo de los políticos, justo cuando a unos se les ve divertirse, a otros formar pandilla y a otros jugar al yoyó. Dime qué campaña haces y te diré qué político eres. Para los que no nos creemos el puto amo, para los que sabemos que somos personas como las demás, es decir, para casi todos menos para el Hombre-Falcon, recorrer el país en furgoneta constituye lo mejor que puede pasarte en política. Ir a repartir bofetadas y que te las repartan en los debates siempre te deja sabor a sangre en la dentadura. Dejarte entrevistar en todas las teles locales resulta efectivo por la publicidad, aunque aturde dar las mismas respuestas a las mismas preguntas una y otra vez. ¿Y qué decir de los mítines? Pues que ya no cuenta tanto el discurso como las autofotos que te hagas con los fieles, estemos sudando o no. Mas la furgoneta, esa sí, con su lista de canciones que cantar a coro, su solidaridad de conjunto musical de gira y su aquel jipi, te conduce ante tus verdaderos votantes.
A ver, majo, si tenemos suerte y el domingo nos toca la moto, me dijo una mujer que se acercó a pedirme una papeleta electoral como si fuera la de una rifa. No dude, señora, que nos va a tocar, le respondí, las motos, como las furgonetas, son para los que tienen los pies en el suelo, como usted y yo. España es la calle por la que va la furgoneta, no el cielo del Falcon.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.