Piluca y yo hemos llevado a nuestros hijos a las playas del Desembarco de Normandía, nos parece una visita obligada en su educación. Y a los cementerios militares, sin olvidar el alemán. Hemos repasado con ellos las edades de los miles de chicos ahí enterrados. Diecisiete, diecinueve, veinte, dieciocho..., todos aún adolescentes. Y ante aquellas hileras interminables de cruces blancas, les hemos explicado que deben su libertad, su democracia y su progreso al sacrificio absoluto de estos muchachos, a su épica muerte. Si un 6 de junio de 1944 no se hubieran lanzado en tropel contra las ametralladoras nazis, a sabiendas de que no tenían posibilidad de sobrevivir, muy posiblemente la Europa que conocemos no habría existido. Ojalá todos los jóvenes llegasen a escuchar al viento susurrando entre aquellas tumbas lo que al morir le dijo el capitán John Miller al soldado Ryan: «Hágase usted digno de esto. Merézcalo».
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Esta semana se ha conmemorado el 80 aniversario del Día D y los representantes de los países involucrados han rendido homenaje a los muertos y a los supervivientes que siguen vivos. Estuvo presente el canciller alemán en representación de esos otros reclutas, de la misma generación que los desembarcados, a los que se les dormían los dedos de tanto disparar desde los búnkeres, y que también eran inocentes. Se han escenificado el honor, la paz y la deuda impagable. Dos detalles llamaron, sin embargo, mi atención. Primero, que los rusos no estuvieron invitados porque han devuelto la guerra al continente. Y segundo, lo de los pasaportes. Los soldados británicos, como parte de los actos oficiales, reprodujeron el salto en paracaídas con que sus antepasados se colocaron por detrás de las filas alemanas durante la batalla, pero esta vez, en lugar de esperarles en tierra una patrulla de la SS apuntando, les aguardaban gendarmes franceses para pedirles el pasaporte porque Reino Unido ya no es miembro de la Unión Europea.
Ambas imágenes, la Rusia justamente expulsada y los paracaidistas ingleses con su documentación en la boca para desplegarse por Francia, me hacen pensar que quizá las razones del Día D se están olvidando, que no aprendimos la lección. Por eso, hoy que celebramos elecciones europeas, me permito rogar que, como mínimo, vayamos a votar, que nuestra pereza no valga más que aquella sangre derramada con generosidad en la playa de Omaha. Por muchos errores que cometamos los políticos, la Unión Europea es lo mejor que hemos hecho los europeos en la historia. Seamos dignos de los héroes, merezcamos haber borrado nuestras fronteras.
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