El paisaje lo es todo, pero seguimos sin comprenderlo. Cuando éramos muy pobres, nosotros mismos formábamos parte del paisaje de aquella España atrasada en la que se comían cabezas de pollo y se malvendían a los americanos los santos de piedra de las parroquias, igual que hoy son los niños desnutridos o las camionetas cargadas de hombres armados las que definen el pintoresquismo africano. El paisaje de los ricos se caracterizapor la limpieza y la invisibilidad de la gente. Donde hay dinero, la basura no está a la vista, ni se acumulan latas y bolsas en los arcenes de las carreteras, ni se escapa de las viviendas ningún denso olor a coliflor hervida o a pis, y tampoco se ve a nadie tras los setos de cipreses, los portones de madera vieja con clavos de estrella negros o los ladridos de los perros.
Publicidad
Por eso resulta incomprensible que en esta España turistificada sigamos despreciando el valor identitario del paisaje y maltratándolo como si siguiera bastando con tener sol para ser diferentes. No paramos de construir en laderas y crestas de montañas, levantamos torres de apartamentos lo más cerca del mar que se pueda y carecemos de un estilo local de vivienda que dé armonía a nuestros pueblos. Lo tuvimos, pero ya no. ¿Cómo es posible que muchos de nuestros pueblos sean tan feos? Porque a las ciudades las doy por imposibles; ahí, lo que no tapan los turistas queda para hormiguero humano. Hay leyes en Francia que obligan a respetar la armonía urbanística de lo que se proyecta porque se entiende que el paisaje es Francia. También el paisaje era España e ignorar que existía un paisaje español, diverso, pero español, constituye otra forma de disolución nacional.
¿Cuántas veces no habré oído que se prohíben los grandes carteles publicitarios al lado de las carreteras, que sólo quedarían los toros de Osborne? Pues en todas partes alrededor de Valencia, sin ir más lejos, anuncios gigantes de inmobiliarias, mascotas, hamburgueserías, abogados, residencias de ancianos, talleres, puticlubs..., tapan la vista de la Sierra Calderona y de los árboles de los campos de naranjos o almendros. No sé cuánto recaudará un ayuntamiento por esas vallas, pero sí que el daño que hacen al paisaje no se resarce con euros, como el plástico que flota en el aire, las líneas de alta tensión por encima de las viviendas o que esas mismas viviendas sean cada una de su padre y de su madre. Antes que ninguna otra cosa, Europa consiste en un paisaje y de amarlo surgió la cultura europea. No son sólo los incendios, las vallas publicitarias y la basuraleza también destruyen el monte.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.