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Ya te he contado que el traslado de los trenes valencianos de la estación de Atocha a la de Chamartín representa bien el menosprecio con que el sanchismo nos trata. Que, puesto que Atocha es la estación del sur, lo lógico era que, junto con Andalucía, ahí se quedaran los trenes que llegan de Murcia o Comunidad Valenciana y que constituye otra concesión a los indepes, pagada de nuevo a nuestra costa, enviarnos a la estación del norte, incrementado sin necesidad nuestro viaje en veinte minutos, para regalar la estación cómoda, céntrica y dotada de servicios a Cataluña que, como todo el mundo intuye, es más septentrional que Valencia. Que se sabía que este desastre se iba a producir desde que adoptó la decisión un ministro valenciano, ¡pero socialista!, y que se ha dejado pasar el tiempo sin preparar Chamartín para el aluvión de aves que se le iban a venir encima, dejando que se configure ese escenario de estación de ciudad evacuada al que asistimos. Que los valencianos ahora ni siquiera entramos y salimos de Madrid por la puerta de atrás, sino por la gatera. Pero no te he hablado de los cuartos de baño y ruega que no precises uno si no llevas calderilla.
Los urinarios de las estaciones nunca han gozado de gran prestigio, pero antes, al menos, se podían utilizar gratis. La novedad es que, en nuestra estación «provisional» Joaquín Sorolla, pisoteen tu derecho al pis si no pagas un euro y que no te den cambio ni acepten tarjetas para ponerlo más difícil. Cuentan que un famoso tuvo que aliviarse en una esquina del aparcamiento porque tampoco le admitieron dos monedas de cincuenta céntimos. El otro día pasé por la angustiosa circunstancia de no poder pagar con la visa ni con un billete de veinte, de que en la primera tienda me dijeran que se habían quedado sin suelto y que, en la siguiente, me sugiriesen comprar algo para darme la codiciada moneda diurética. De cuanto se me ofrecía a la vista, apremiado por el baile de San Vito, elegí un imán de nevera, «Amor por Sorolla», que representa una paella mixta, con su inquietante combinación de pollo y gambas, y me costó la torta un pan. Oye, no digo que no cobren por la limpieza, pero sí que ofrezcan facilidades de pago, a cierta edad masculina la hora y lugar de la urgencia no resultan opinables, y también que en Barcelona-Sants y en Atocha es sin peaje, que me acuerdo.
Cuando Dios creó el purgatorio pensó en Chamartín y cuando imaginó el infierno nos vio a los pecadores en la Joaquín Sorolla urgidos por la vejiga y sin cambio en el bolsillo. Una experiencia desgarradora..., quien lo probó lo sabe.
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