Bien quisiera escribir ya sobre los grandes temas que están encima del pilón de corte: la calamidad e impudor de la política contemporánea, el turismo de catástrofes, la muerte en vida de muchos supervivientes o los autorretratos de famosos y no famosos en escenarios trágicos. Sí, me gustaría pedir que el voluntariado dure después del voluntariado y que ese espíritu de ayuda generosa que ahora nos encoje el corazón continúe más tarde, no olvidando a las víctimas cuando desaparezcan las cámaras de la tele, cuidando a personas también necesitadas que tenemos más cerca y no vemos, a veces en nuestra propia casa, o evitando ensuciar los parques, por ejemplo. También desearía expresar mi admiración por los soldados, fuerzas de seguridad y bomberos que todavía son más profesionales y humanos que en las series, o ridiculizar a los que comentan el paisaje como corresponsales de guerra para sus seguidores de Instagram. Pero, por desgracia, aún hay barro en los cuerpos y en las almas de miles de valencianos y no me puedo permitir fijarme en nada que no sea su dolor, el mío.
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Librolandia y Somnis de Paper en Benetússer, Bufanúvols en Catarroja, La Moixeranga en Paiporta, Passarella en Picanya, Libro Ideas en el centro comercial Bonaire, Novallibres en Torrent, Samaruc en Algemesí y L'Esplai en L'Alcudia son las librerías que se han visto afectadas por la riada. Si se me escapa alguna pido disculpas. Y digo las librerías porque es de lo que entiendo, porque fueron el refugio de mi adolescencia y son el laberinto en el que me pierdo cuando necesito escapar. Alguno habrá que para evadirse salga al mar con su barca o se ponga un güisqui con mucho hielo, yo me meto en una librería. Y porque lo que he leído y lo que me han leído se lo debo a los libreros. Sin libros no se puede soñar y sin sueños no se podrá reconstruir nada. Por eso, no ahora mismo, que todavía es el tiempo de la urgencia, pero de inmediato, debe acometerse la tarea de salvar estas librerías con las medidas que sean necesarias. Llamo la atención del Ministerio y de la Consellería, que ambos están preparando algo ya, me consta, pero también la de autores, editores y distribuidores. En cuanto se vuelva a leer, las librerías deben poder reabrir.
Y hemos de estar ahí con lo que compartimos aquellos que amamos los libros: palabras, fantasías, conflictos, metáforas, papel que huele a imprenta y algún dinero para comprar. Ya sé que primero es comer, pero me dirijo a los que a veces nos olvidamos de comer porque estamos leyendo. Salvemos las librerías para salvar a las personas. Contad conmigo.
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