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El Almendro, con nombre de turrón, dirigía una banda de mozos de equipaje del aeropuerto de Tenerife Sur que desvalijaba maletas de viajeros en el tramo que va de la taquilla de facturación a la bodega de la aeronave. Las abría, sacaba lo que guardasen de valor y volvía a ponerlas en la cinta transportadora. Todo en un espacio invisible a los ojos de la autoridad y del público, justo donde pensamos que se pasa algún control para descubrir explosivos.

Cuando se detuvo a la cuadrilla, descubrieron un pollo amarillo de goma que resultaba ser clave en el organigrama apandador. Oculto en la barriga de ese muñeco pollo, que tiene el pico abierto, los malos sacaban el botín de la terminal. Al principio, al verlo expuesto con el material incautado, muchos reporteros lo confundieron con el famoso McPollo, el juguete mascota de la selección de atletismo, aunque pronto se aclaró que no, que se trata de un hermano gemelo, pero delincuente. Qué iguales y, sin embargo, qué diferentes los McPollo.

Pues digo yo que esta Nochebuena se encontrarán en casa de su madre los dos McPollo, el deportista de élite y el chorizo del aeropuerto, el «influencer» y el imputado, y que, pese al abismo que los separa, entre nostalgias y chistes de McPollas, procurarán confortarse uno a otro, porque de eso va la Navidad, de demostrarnos que, no obstante nuestras discrepancias, nos queremos y nos consolamos. Lo malo no es que la vida se acabe, sino que sepamos que se acaba y que no tiene marcha atrás, que cada Navidad puede ser la última y que las que ya pasaron no van a volver. En el fondo, cada uno de nosotros somos ambos gemelos McPollo a la vez, puesto que el mero llegar a fin de mes se ha convertido en un deporte de élite para el común de las aves de corral y el abrir el pico y que nos rellenen con material dudoso, en nuestra forma de engordar. La ciudad es un gallinero y los ciudadanos, pollos enganchados al alpiste de la posverdad y el móvil. Los MacPollo de goma nos representan.

De eso va la Navidad, de demostrarnos que, no obstante nuestras discrepancias, nos queremos

La Navidad, que fue de los niños, ahora resulta más de los ancianos. Antes era de correr con los primos haciendo ruido por el pasillo de casa de los abuelos, pero, ahora que casi no hay niños, consiste en que los abuelos se encuentren con alguien en su pasillo. Conque, por distantes que estén, los hermanos McPollo deben reconciliarse en Navidad para satisfacer a su madre. Y nosotros lo mismo, tal es el espíritu navideño del tiempo de la soledad. Pues, amén. Y por mí que no quede: a todos, de McPollo a McPollos, yo les deseo feliz Nochebuena. Y sí, McPollo Sánchez incluido.

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