Sincronizados han muerto Inocencia Augusto y Albino Guerreiro, se han ido juntos al cielo a continuar su eternidad en otra parte. Inocencia tenía 90 años, Albino 92 y llevaban 70 casados. Por lo que cuenta La Voz de Galicia, estos vecinos de la parroquia de Roupar (Lugo) salieron a pasear como solían, se sintieron indispuestos a la vez, los ingresaron en el mismo hospital y han fallecido en idéntico día. Dicen los hijos que resultaban inseparables desde antes de que Albino se marchase a la mili, y se ha demostrado que lo eran.
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Pero no únicos, recuerdo haber leído en La Nueva España que en enero se fueron, con tres cuartos de hora de diferencia, Cándida Cuervo y José Antonio García, de Oviedo, que convivieron mucho más de medio siglo. Les oficiaron el funeral donde se casaron, en la iglesia románica de San Esteban de Sograndio, para despedirlos los pusieron ante el mismo altar rozándose de nuevo. Ojalá los que viven pegados siempre muriesen pegados.
Inocencia y Albino, Cándida y Pepe, y tantos otros como ellos son ejemplo de lealtad, coordinación y encaje, igual que espléndidos albatros en esta noche mediocre sin viento para volar. Sí, como esas aves marinas que se emparejan de por vida. Aunque, para no mentir, debe aclararse que, según un reciente estudio científico, el incremento de temperatura del mar hace que la tasa de divorcios en la población de albatros de la Islas Malvinas se duplique, pasando del 4% al 8%. No voy a preguntar cómo se mide el fracaso matrimonial entre pájaros, cojo y me lo creo, pero sí aprovecharé, entonces, para sostener que el humano, cuando es fiel, resulta el más de los seres vivos. No sé si esta clase de amor para siempre, que no conoce agotamiento, ni riesgo, ni segunda oportunidad, ni triangulaciones, será el que prefiera la mayoría, pero no cabe duda de que consiste en un puñetero milagro y que, hoy por hoy, representa un fogonazo de autenticidad.
Que vengan a estos ancianos a explicarles que sus amores fueron heteropatriarcales y fascistas, o que sus parejas cisgénero, en las que, para mayor inri, ambos eran del mismo pueblo, ¡sólo dos, los dos heteros y del mismo pueblo!, no respetaban la reglamentaria representación de raza, indigenismo o multiculturalidad, que vengan porque se van a llevar una sorpresa: para amarse bien, rollos macabeos aparte, ellos nunca necesitaron más que dejarse llevar por el corazón. Defendamos el romanticismo como si fuera una patria. El amor eterno es el hábitat protegido de la felicidad, uno de los mitos de los que nació Europa, el principio y el fin de la belleza. Yo quiero.
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