Urgente Los Bomberos continúan los trabajos para controlar el incendio del bingo de Valencia y desvía el tráfico

Enumero revelaciones: la Academia se ha reencontrado con su denostado «solo» sin tilde, los escritores tendremos que volver a la guerrilla ortográfica; Japón hace recuento y le salen 7.000 islas nuevas que no le constaba poseer; a los egiptólogos les sorprende hallar un pasadizo ... hasta hoy ignorado en la Gran Pirámide de Giza que podría conducir al sarcófago de Keops... Pues, en medio de esta semana de descubrimientos chocantes, lo que más me ha asombrado es la historia de ese repartidor de la empresa boliviana de comida a domicilio Pedidos Ya que llevaba una momia prehispánica en su mochila de caracol cubista. Al tipo lo sorprendieron emborrachándose con unos amigos y, cuando le preguntó la policía, alegó que esos restos humanos en posición fetal, de entre 600 u 800 años de antigüedad, estaban en casa de sus padres y que se los echó al saco para enseñárselos los changos del barrio. Todo muy natural, ¿quién no guarda una momia precolombina en casa? Mejor, ¿quién no saca de vez en cuando a su momia de paseo para presentársela a los colegas?

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Me pregunto por el personaje momificado, por su vida y por las circunstancias de su muerte. Está claro que era un hombre, que tenía 45, que medía metro y medio y que jamás imaginó que, muchos años después de su tránsito al más allá, un falso autónomo lo iba a meter en su táper para hamburguesas, sushi y enchiladas, y se lo iba a llevar a practicar el botellón al parque de los columpios. ¿Sería un rey, un guerrero, un sacrificio humano...? Nunca lo sabremos, pero lo que parece obvio es que, fuera quien fuese, merced a su momificación debió aspirar a una posteridad más digna. Y es que la posteridad ya no es lo que era. Entre que los siglos transcurren y el número de los escogidos para la gloria aumenta, que la nueva masculinidad cancela a todos aquellos que antes figuraban en las enciclopedias y que los planes de estudio prescinden de cuanto no sea autoayuda o deconstrucción, hoy ninguno recuerda el nombre de los héroes ni de los poetas, ni siquiera el de las estrellas del porno.

No, ya nadie pasa a la historia: primero, porque en la historia hay demasiada gente y segundo, porque hemos dejado de leerla. De modo que ser repartido por la empresa boliviana de comidas a domicilio Pedidos Ya no me parece un destino tan malo para el porvenir de mis huesos y de mi prestigio, algo es algo. Dado que no se hablará de mí cuando esté muerto, al menos que me lleven en moto. Escuchadme, famosas y famosos, la condición de Uber-momia podría no ser el «low cost» de la celebridad póstuma, sino vuestra única opción de eternidad.

Ya nadie pasa a la historia: porque en la historia hay demasiada gente y hemos dejado de leerla

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