Voy a escribir sobre 'Naked attraction' a sabiendas de que es, exactamente eso, lo que los productores quieren que haga. Que la polémica, o sea, que un político viejo opine en contra, es la gasolina que necesita su programa para volar y promocionarse. Muerdo el anzuelo y expreso mi desagrado, soy incapaz de evitarlo, no porque me sienta escandalizado, no soy de los que prohibirían la pornografía, sino porque me apena. Me transmite sensación de que hemos tocado suelo estético; lo siguiente ya serían concursantes antropófagos, automutilados en directo o una competición de suicidios chulos. Y es que 'Naked attraction' se parece, igual que una teta a otra, a un mercado de esclavos o a una nave industrial de aquellas en las que se guardan troncos de vaca colgados de un gancho, es decir, a un expositor de carnes sin alma para proveedores de mesones y regimientos.
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Para quien tenga la fortuna de no estar suscrito a HBO Max y no haya sentido la curiosidad de mirar, este concurso televisivo consiste en que alguien se enfrenta a seis cabinas opacas, que van descubriéndose poco a poco, para mostrar a seis candidatas o candidatos completamente desnudos. Pertenece al tipo «encuentra tu pareja ideal», pero llevado al extremo. La persona que va de compras de culos y la presentadora comentan con naturalidad, como si estuvieran en una pescadería, el tamaño, la forma y la funcionalidad de los genitales exhibidos tal que cigalas, salmonetes o sepias. «Las pililas me gustan con cara simpática» o «El escroto recogidito me facilita el trabajo», por ejemplo, son frases de este tipo de subasta. Finalmente, un cuerpo es escogido sin que pronuncie una palabra y, de inmediato, el consumidor o consumidora se lo lleva para probarlo. No sé si se permiten devoluciones por gatillazo.
El sexo no es gimnasia. Para practicarlo ni siquiera se precisa de otro cuerpo como si fuera una bicicleta o un saco de boxeo. Basta con fantasía. Incluso a solas, el sexo es fantasía, y eso es lo que esta almoneda de vulvas y gusanitos anula del todo. Un tirante desmayado, unos vaqueros mojados, una barbilla sin afeitar..., encienden el deseo. Y también un desnudo, sí, pero entrevisto, descubierto, improvisado... No te desnudes todavía, dice Aute. Reducir el sexo a una lección de anatomía de bovino para consumidores de hamburguesas no nos resta humanidad, hasta el odio resulta humano, es peor, nos transforma en seres sin imaginación, nos desalfabetiza. Y, además, qué modelos tan feos. Pero si hasta yo estoy mejor que casi todos esos bultos, y eso que rozo los sesenta. ¿Lo demuestro?
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