Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España y dos premios de 146.483,25 euros

Mi amiga perdió todos sus álbumes de fotos y las películas de vídeo que filmó cuando aún había cámaras. De golpe, al deshacer las cajas en su nuevo domicilio, descubrió con espanto que se habían extraviado fotografías y diapositivas. ¿Cómo era posible? Repasó en inventario que firmó a los transportistas y ahí no constaba el bulto que rotuló como 'Recuerdos'. Llamó a su antigua casera y, por lo visto, tampoco en el piso quedó nada. Según le dijo, las habitaciones, más allá de la silueta de los muebles y los clavos sobre las paredes, se veían huecas, colmadas de silencio. Una y otra vez, repasó mentalmente cada uno de sus movimientos el día de la mudanza, reclamó a la empresa, dejo recado al portero..., aunque todo resultó inútil. De la noche a la mañana, se convirtió en una persona sin memoria impresa de su vida. La única persona así, que se sepa.

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Llevaba siglos sin mirar aquellas fotos, pero saber que estaban ahí le producía cierta seguridad, cierto anclaje frente al fluir imparable del tiempo. Ahora, sólo le restaban las capturas del móvil que flotan en algún lugar llamado 'la nube'. Y empezó a obsesionarse. Quiso reconstruir mentalmente las imágenes que habían desaparecido: la cara de sus padres de jóvenes, la pandilla del veraneo en bañador, la pose de modelo de peluquería del cabrón que la engañó con su amiga, la sonrisa con que aparentemente parió a sus hijos... Y horrorizada, se dio cuenta de que recordaba fotos, pero no momentos. Por ejemplo, el baile con su padre en la boda lo rememoraba como lo fijaron las instantáneas, pero no como fue. También se acordaba del niqui azul del chaval que la desnudó por primera vez porque los retrataron en los apartamentos de El Perelló, pero no de qué se dijeron después. Mi amiga concluyó que las fotos suplantan nuestra memoria; que vivir es transcurrir y, por tanto, recordar difusamente, asumir que la felicidad quede atrás; que somos el teatro de sombras que los días idos reflejan en nuestro cerebro. Y que las fotos son mariposas clavadas con alfileres al olvido. Tiró el móvil al mar y decidió vivir bien, sin fotografías.

Leo que la viuda del cantante Lou Reed conversa habitualmente con un avatar de su marido creado por una inteligencia artificial y empiezo a pensar que mi amiga tiene razón: las emociones que no llevamos dentro nos enajenan, aunque parezca que nos pertenecen, les pertenecemos. Las fotografías son droga para la memoria, recuerdos inducidos. Voy a borrar las mías. Cuando muera, que mi viuda se lo pase bomba con otro novio, que ya se lo ha ganado, y se deje de mi fantasma digital.

Las fotografías son droga para la memoria, recuerdos inducidos. Voy a borrar las mías

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