Borrar
Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España y dos premios de 146.483,25 euros

Los churros en Fallas son a los buñuelos lo que el cangrejo rojo americano al cangrejo de río español: una especie invasora. No estoy contra los churros, soy un liberal antropológico, pero las Fallas no constituyen su ecosistema, punto. Y tampoco el de las churrerías. Evito las comparaciones fáciles como la del aceite con submarinos y refrito de los churros con el casi transparente de los buñuelos; o la del churrero ruidoso y la churrería envuelta en una mandorla circense de bombillas con la generosa buñolera parapetada tras un delantal blanco de entredoses y pasacintas; o la del tufo a porra que se te pega a la ropa con el dulce recuerdo de infancia que se esconde tras el retrogusto a calabaza de los buñuelos; sí, eludo lo obvio y me centro en lo filosófico para afirmar que los buñuelos pertenecen a las Fallas y los churros a las ferias, y que son contrarios. Si lo mezclamos todo, ¿qué será lo próximo, una tómbola o un perrito piloto en cada esquina de Valencia?

Si a las Fallas les quitas los trajes de valenciana, los monumentos, la pólvora o los buñuelos dejan de ser Fallas y se convierten en otra fiesta de borrachos. ¿Alguien se imagina a los falleros sustituyendo su condecoración del «bunyol d´or amb fulles de llorer i brillants» por otra más acorde con lo que estos días se ve por la ciudad, como un churro de chocolate con cucurucho de plata? Pues, entonces, ¿por qué aceptamos sin rechistar que Valencia se haya convertido en la capital europea del churro y la porra, en el escaparate universal de todas las mangas churreras? No digo que se prohíban, ni que el Ayuntamiento las limite (siendo una actividad legal, no puede), pero sí que nos demos cuenta de que la invasión de churrerías que padecemos es la brecha por la que las Fallas pueden acabar transformándose en un carnaval multitudinario, estridente y sin personalidad. Se empieza dejando que el churro se expanda a costa del buñuelo y se acaba admitiendo el chándal de flores como traje informal de fallera, más cómodo.

La invasión de churrerías es la brecha por la que las Fallas se pueden transformar en un carnaval

Defiendo al buñuelo con el arrojo de un portero frente a un penalti, alzándolo igual que un sacerdote pagano a su ofrenda, abrazándome a él tal que un ecologista a una cría de foca, como el indígena que se niega a renunciar a su cultura tribal. El buñuelo es el ojo por el que miran mis antepasados, nuestra obstinación idealista frente al heteropatriarcado churrero. No puede ser que haya más churrerías que fallas, no si queremos que sigan siendo las Fallas y no las Churras.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Contra tanta churrería