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Dime, Valencia, ¿qué te convierte en ciudad? ¿Qué te diferencia de un hormiguero de humanos? ¿La historia? Es importante, desde luego, tener memoria te ayuda a saber quién fuiste, pero también las cordilleras bajo las que reposan los dinosaurios marinos tienen larga historia, y no son ciudades. ¿El urbanismo? Pues sí, puede decirse que la trama urbana te asegura una convivencia ordenada, no caótica, en la que se dan espacios abiertos y profesionales, pero también se deben a la planificación los mapas de carreteras y los zoológicos, y no son ciudades. ¿La cultura? ¿Fiestas, canciones, idioma, monumentos fe y esas cosas? Muy bien, muy importante, pero la cultura siempre se expande por un espacio territorial mayor y, además, viene y va. Recuerda que las venus neolíticas, el enciclopedismo o el rock & roll, por ejemplo, no fueron ciudades, sino modas y pasaron.

¿Qué, pues? La solidaridad, Valencia, la solidaridad es lo que te hace ser la ciudad que eres, la madre de la que vengo, el lugar en que vivir cobra sentido. Resulta despiadada esta noche mental del incendio de Campanar que nos cubre y te aseguro que estuve a punto de escribir sobre eso, sobre el dolor sin adjetivos de la familia con dos niños que se despidió por teléfono o el de las otras familias que lo han perdido todo, todo lo que se puede perder sin morir, sin embargo, me pareció que eso dice mucho del drama que nos traspasa el alma, pero nada de ti, Valencia. La fraternidad que se te despertó de inmediato..., esa sí cuenta por qué eres una ciudad. Los bomberos que hicieron saltar a Sara y Amar del balcón en llamas a la barquilla; los policías locales que cubrieron con mantas a los desahuciados por el infierno; Julián, el conserje que avisó del fuego puerta a puerta; Mercadona, que dejó abierto y gratis su supermercado; la falla Maestro Rodrigo-General Avilés que, más que nunca, fue domicilio del barrio; el Ayuntamiento y la Generalitat que se desvivieron y supieron reaccionar; los ciudadanos que abrieron sus casas y todo lo que tenían...; la unión de los valencianos nos deja mil relatos emotivos de estos días y, de todos ellos, se desprende que vivimos juntos y aquí, en la primitiva isla del río Turia, porque somos una comunidad de vecinos y queremos seguir siéndolo.

He llorado viendo arder un cuchillo flamígero clavado en tus entrañas, pero también me ha conmovido cómo la solidaridad corría por tus calles buscándote el corazón, cual sangre que circula por las venas de una población y le insufla vida. Creo que hoy es el día de decirlo: estoy orgulloso de ti, de mi ciudad. Valencia, te quiero.

La solidaridad es lo que te hace ser la ciudad que eres, el lugar en que vivir cobra sentido

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