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Qué tipo de fe en la democracia exhiben aquellos que, como reconoce el PSOE, aceptan amnistiar delitos, incluso de terrorismo, para que media España nunca gobierne? ¿Por qué tenemos que pagar con impuestos el acceso a la presidencia del Gobierno de un político que ni siquiera ha ganado las elec ciones? Nada menos que 16.000 millones de euros para tapar excesos del pancatalanismo. ¿Cuándo se nos ha consultado la liquidación de la división de poderes y del Estado de derecho? ¿Somos conscientes de que, por vía interpretativa del Tribunal Constitucional, nos están cambiando la Constitución? Sabemos parte de lo que recolectan los enemigos de España con la investidura de Sánchez, pero ¿qué obtenemos el resto de los españoles a cambio? Nada, sólo algunos socialistas sacan tajada. Los demás perdemos cohesión, libertad, igualdad, recursos económicos y respeto exterior. España se pone a la venta por partes para que el presidente siga en su poltrona. No tiene sentido; o sí, se llama corrupción.

El indulto es un perdón del Estado, la amnistía una petición de perdón por parte del Estado. Que, por haberse defendido con la ley, España pida perdón a los que intentaron romperla y derogar la Constitución, declarando la independencia de Cataluña, supone una humillación a la altura del desastre del 98, una derrota de nuestra democracia y dignidad de nación. Se puede adornar como se quiera, el hecho es que, en nombre de quien no tienen el gusto de saludar por la calle, los socialistas van a perdonar delitos de golpismo para seguir chupando del bote en un Gobierno del que el cuerpo electoral quiso que se les sacara. Y eso que los electores no sabían sobre cuánta indecencia se pronunciaban. El administrador de España se va de juerga con la pasta de sus administrados. Esto, repito, es verdadera corrupción política, y de la peor, de la que pudre fundamentos del sistema y destruye confianza en las instituciones.

Un predecesor en lo de Sánchez de resistirse a la vergüenza, el emperador romano Didio Juliano, también compró su puesto en una subasta en la que puso dinero, amnistías, descentralizaciones y vicepresidencias, qué casualidad, y aunque así obtuvo el aplauso de la mayoría del Senado, no hubo un día en que, al salir de casa, la plebe no le silbara y le arrojase cacas y entrañas putrefactas. El pueblo sabe más que los sabios. Sólo reinó dos meses y, cuando los que le habían vendido el trono fueron a deponerlo, preguntó: «¿Por qué, si no he hecho daño a nadie?». Didio Juliano, inmoral, entérate: quien compra el Gobierno vende a su patria.

¿Cuándo se nos ha consultado la liquidación de la división de poderes y el Estado de derecho?»

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lasprovincias Vender España para comprar su Gobierno