Borrar
Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España y dos premios de 146.483,25 euros
La pica

Vida de mi generación contada con galletas

Domingo, 10 de diciembre 2023, 00:13

Nosotros crecimos merendando. El desayuno nos lo ventilábamos rapidísimo, ni nos lavábamos los dientes por la mañana, y comíamos poco en el colegio. De los comedores escolares podría decirse que son lo único de la gastronomía que ha evolucionado para bien; en general prefiero la comida de casa de mi madre a todas las demás estrellas Michelín. En el colegio, nos deshacíamos de las viandas sin llegar a confirmar que el sabor de lo que la cocinera estampaba en la bandeja metálica era consecuente con su aspecto y olor. Por el permiso para irnos, fuimos maestros en vaciar de miga una punta de pan, rellenarla de potaje y taparla, con la misma miga, sin que se notase el preñado. Nos gustaban las croquetas, obviamente compradas a granel y congeladas, pero nos llegaron tarde, avanzada la Transición, cuando la desconfianza hacia la cocina del colegio ya era leyenda. Incluso, en el cuartel del extinto Grupo Ligero de Caballería X se comía más jugoso, y no sólo por los gusanitos de la fruta y el arroz, que también.

Volvíamos sobre las cinco con hambre de lombriz solitaria. Y nos ventilábamos un litro de leche con colacao y un paquete de galletas mojadas. Lo mismo cada tarde. Por eso, creo, nos hicimos tan altos, por la leche y las galletas que, junto con los sesos y turmas de cordero de la cena, constituyeron la base de nuestra alimentación infantil. Quebraba las galletas en trocitos nuestra hermana y, al engrudo resultante en la taza de leche, lo llamaba sopa de gallina. Nosotros preferíamos hacerles aguadillas, aunque a veces, de puro reblandecidas, se rompían y se acumulaban al fondo del vaso, formando un lecho blandengue que nos venía a la boca al terminar de beber. Pero cuando empezaron a gustarnos, a unos, las chicas y a otros, otros chicos, y encendimos los primeros pitillos, al regresar del colegio, cambiamos comer galletas por encerrarnos en el baño por tiempo indeterminado. Y no crecimos más.

Hasta ahora, con cincuenta y muchos,en que por fin hemos salido del baño, ¡qué diablos hacíamos ya ahí!, tristes de nosotros..., y nos vuelven a gustar las galletas. Con una diferencia, en lugar de mojarlas nos las metemos en la boca, damos un sorbo a la leche, donde el café ha sustituido al colacao, y el ablandamiento se produce bajo el cielo del paladar. Conclusión: en la vida, primero nos gustan las galletas, luego las chicas y, por fin, las galletas y las chicas a la vez, pero a unas ya no las mojamos y para las otras nos hemos vuelto croqueta de comedor escolar, obviamente tardíos, de a granel y congelados. Nosotros decrecemos merendando.

En la vida, primero nos gustan las galletas, luego las chicas y, por fin, las galletas y las chicas a la vez

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Vida de mi generación contada con galletas