Borrar

En Alcira, te sorprende el pito de un guardia urbano ordenando el tráfico. Ni sabes cuánto hacía que no te sobresaltaba un urbano dando paso con su silbato a vehículos y peatones. Y piensas que la banda sonora involuntaria de nuestras vidas, esa que nos rodea por defecto, también muta, aunque no lo notemos. Es más fácil percatarse de la transformación de un paisaje que de la mudanza de su sonido ambiental, pero eso no quiere decir que ese sonido ambiental no cambie tanto y a la misma velocidad que el propio paisaje. Cierras los ojos, recuentas voces y ecos que se ha llevado el tiempo sin que te dieras cuenta y la lista es larga. Tú llegaste a oír carros pasar por tu calle de Valencia, y al afilador, y al gitano con la cabra y la escalera, y a la vendedora de iguales para hoy, y a la señora que voceaba «¡Provincias y Levante!», y a tu padre dar palmas para que viniera el sereno a abrir el portal... Ah, sí, guardas memoria del ruido de la prehistoria, pero también del chasquido de los mecheros, del ZX Spectrum cargando, de las teclas de la máquina de escribir, del viajar con las ventanillas abiertas. Lo piensas y te asustas porque el mundo de hoy suena diferente del de ayer, pero no te das cuenta.

Echas de menos a los pájaros. A los gorriones y a las golondrinas. Ante nuestra indiferencia auditiva, han sido expulsados, si no exterminados, por loros cimarrones y palomas, esa banda callejera de gánsteres con alas que compiten en superpoblación con los móviles. Vivimos en la edad sonora de las palomas y los móviles, del arrullo de unas y de la omnipresencia acústica de los otros. Antes se escuchaba a los pájaros cantar en las calles, en las confluencias de chaflanes, ahí donde el aire gira alegre como el carrete de hilo en una caña de pescar, ahora no. Ahora cada vez en menos sitios. Se han marchado, si es que sobreviven. Cacatúas y periquitos son los nuevos amos de los parques, mientras que tórtolas, incluso gaviotas, corroen con sus deyecciones la piedra con rostro de dios griego o apóstol que nos legaron nuestros antepasados. Si quieres seguir oyendo pájaros de fondo te has de poner una grabación de Spotify, igual que para escuchar a un cantante muerto como Nino Bravo.

Miguel Beato, ese gran investigador genómico que se jubila, sostiene que ya no evolucionamos porque la medicina perfecciona nuestras carencias. Si no cuidas la diversidad sonora de la vida, pronto, tú mismo serás el único rumor climático. Entiéndelo, ceporro, o te quitas los auriculares, o la vida se irá con su música a otra parte y sólo sabrás escuchar el mar en las caracolas.

O te quitas los auriculares, o la vida se irá con la música a otra parte

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Que vuelvan los pájaros