Luis Font de Mora, con aquella barba frondosa, era el más alto y el que más destacaba del grupo. Sonreía abiertamente, feliz al ver a tantos amigos y a muchos fotógrafos. Como casi todos, el que años después sería conseller de Agricultura, sentía que estaban ... haciendo algo positivo. Como Manolo Broseta, que había acudido a hacerse la foto en mangas de camisa, tal como si anduviera por Jávea.
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Fue una foto alegre e informal, como de «misión cumplida». Y en ella solo José Antonio Noguera Puchol y Paco Burguera aparecen de traje y corbata. Ernest Sena lleva chaqueta, pero no se encorbató. Y los demás, ya digo, veraniegos a más no poder: Pepe Guía, Doro Balaguer, Vicent Garcés, Carles Dolç, Juan Navarro Arnal, Pepe Sanmartín, Salvador Castellano, Vicent Ruiz Monrabal y, como dijo la atenta nota informativa del periódico, «las señoritas Laura Pastor y Celeste Juan». Porque todos, y todas, habían sido firmantes de la manifestación que unos días antes, el 12 de julio de 1976, se había celebrado, con los papeles en regla, para entregar al presidente de la Audiencia un escrito con 40.000 firmas. Un legajo importante, solemne, trabajado en las calles y en reuniones de todo tipo, con una finalidad: que don Carmelo Quintana, la máxima autoridad judicial valenciana, hiciera llegar al rey Juan Carlos una petición urgente, la de una amnistía destinada a acompañar la llegada de la democracia a España.
Los organizadores de la manifestación se dieron cita ante los fotógrafos en la mañana del 15 de julio, a la salida de su comparecencia ante la Brigada Político Social, que los llamó uno por uno. Pero esta vez no hubo problemas y todo fue cortesía: se trataba, mero formulismo, de comprobar que todo, en aquella primera manifestación en demanda de amnistía, se había producido de acuerdo con el permiso concedido, sin gritos extemporáneos ni pancartas imprevistas. En los siguientes días, pasaron a declarar por Jefatura, para el mismo papeleo, otros promotores: José Luis Albiñana, Manolo del Hierro, Joaquín Muñoz Peirats, Serafín Ríos Mingarro, Virginio Fuentes y Manuel Sánchez Ayuso. Para dejar bien claro que esa demanda de amnistía, como la que ya se había celebrado el 16 de enero de 1976 a pelo, sin permisos previos ni papeles y con un rifirrafe policial, era una reclamación conjunta de todos los demócratas valencianos, desde los cristianodemócratas a los comunistas, incluyendo al centro, el socialismo y el nacionalismo. Una demanda, además, bañada en miles y miles de firmas.
La fecha del 10 de junio de 2024 puede que, para algunos, haya quedado marcada como un día triste, en tanto que entró en vigor la ley de Amnistía de ahora, la aprobada por Pedro Sánchez y su mayoría. Pero yo hoy quiero evocar tanto el indulto que don Juan Carlos dio al asumir la Jefatura del Estado, que liberó a 668 presos políticos y 11.466 reclusos por delitos comunes, como la amnistía que el presidente Suárez promovió el 30 de julio de 1976, a los pocos días de llegar a la Moncloa: un perdón que benefició a 287 presos por sus ideas que no habían cometido delitos de sangre o de terrorismo.
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Aun hubo más reconcili ción, claro está, en el año 1977. El 14 de marzo se redujo la pena a 74 presos vascos y el 20 de mayo se benefició a otro grupo, seis de ellos condenados en el Proceso de Burgos. El 15 de octubre de 1977, finalmente, quedó aprobada la Ley de Amnistía de la Transición, en respuesta a una demanda generalizadade la gran mayoría de la sociedad española. Tuvo en contra solo dos votos en el Congreso y seis en el Senado.
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