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Como si se tratara de la caída del Muro de Berlín, la Generalitat redacta un despacho de prensa para anunciar que ha conseguido «un acuerdo entre agricultores y cazadores para combatir la sobrepoblación de jabalís en Oliva». La noticia viene redactada con el medido mimo ... que ahora se usa para los animales de todo tipo. Y habla de «sobrepoblación»; lo que lleva a deducir que el fenómeno a afrontar no es que en Oliva haya jabalíes que hozan en los campos, dañan cosechas, revuelven basuras, destrozan riegos y asustan en zonas urbanas, sino que hay más monstruos de los que debe haber en plantilla. La nota oficial parece decir que unos pocos jabalíes, vale; pero demasiados, ya no.
En Oliva, según leo, usan hasta un dron para seguir las fechorías de los cerdos silvestres «excesivos». En la web del Ayuntamiento se pueden detectar notas oficiales con consejos dirigidos a la población que llevan fecha del lejano año 2018. De modo que el convenio alcanzado ahora va a aumentar de cinco a diez el número de jaulas que, con una potente inversión, mucha organización y muchísima paciencia, pueden hacer de la ciudad condal un referente para todos los pueblos que, en la Marina, la Safor, el Comtat... y en realidad en todos los rincones de la Comunidad Valenciana, está padeciendo lo que la Consellería aborda con pinzas sin atreverse a llamar plaga.
En esa propia consellería de Medio Ambiente tan cautelosa siempre, hubo un día de veracidad transitoria en el que se llegó a admitir que en tierras valencianas hay unos 270.000 jabalíes sueltos. No se precisó cuántos podían ser animales de plantilla, censados de derecho, y cuántos se podrían contabilizar como sobrepoblación de hecho; pero esas son las cifras que se están barajando en las redes para una región, claro, que no tiene fronteras y que igual puede ser exportadora que importadora de fauna sin control. De modo que yo creo que va llegando la hora de escribir de esto en los periódicos y de decir que, aunque se les oiga muy poco, aunque se desgañiten y se aguanten, los perjudicados por una plaga de jabalíes que las autoridades no se atreven a atajar de una manera radical, seria y contundente, son muchos. Y están mucho más enfadados, abandonados y desolados que los perjudicados por muchos otros fenómenos de la vida noticiosa, da igual que hablemos de incendios, forestales o urbanos, inundaciones, danas o lo que sea.
Sí, creo que hay que dejarse de subterfugios. Basta de hablar de jabalís supernumerarios: hablemos de plagas de jabalíes. Y hablemos también, estimado Ayuntamiento de Valencia, de una plaga de palomas en la ciudad. Porque la última nota de prensa, asegurando que «no se sacrificará ningún ejemplar» de los 35.000 que ahora mismo disfrutamos, ha cabreado muchísimo en la Cofradía de las Barandas Cagadas. ¿Vale?
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