Con unas máquinas enormes, con chorros de agua para combatir el polvo, una empresa especializada está derribando -literalmente se está comiendo crudo- el viejo hospital ... La Fe. De modo que a la vista de la colina de escombros que queda, no es rara, sino todo lo contrario, esa nostalgia que el veterano doctor Eduardo Benlloch manifestaba hace poco en las páginas de opinión de nuestro periódico. Sus emociones se convierten casi en grito: «¿De verdad no podía conservarse de alguna manera?».
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Ah, sí, el recuerdo y sus exigencias. Echo mano de ese registro y me veo asistiendo a la presentación de la maqueta del hospital. Me veo en dos o tres inauguraciones -una de ellas con la reina Sofía- y en varios reportajes sobre un hospital que defendí a rajatabla cuando fascinaba a Valencia entera como innovador. Medio siglo de nuestra historia está tejido con evocaciones de La Fe, el lugar de la ciencia donde la gente iba a parir... a curarse y a morir. Pero los valencianos somos como somos: estuvimos a punto de extinguir por completo el recuerdo del viejo hospital de Guillem de Castro y nos hemos ido cargando, por sistema, los vestigios de los escenarios más entrañables de nuestras vidas. ¿Dónde está la Escalera Real del puerto, qué hicimos de los teatros Apolo y Ruzafa, por qué tapamos las ruinas del Palacio Real?
Despreciamos cuanto vivieron nuestros abuelos. Adoramos a Sorolla pero no tenemos una barca de bou que enseñar. Ni una plaquita que recuerde dónde estuvieron las estaciones ferroviarias de Aragón y San Francisco. La de Nazaret se nos cae y la del Grao está cerrada; pero también estamos fracasando al querer que en el parque Central haya -¿para qué, si no hay presupuesto ni para la casa matriz?- una sucursal del IVAM. Iconoclastas con todo lo que alguna vez albergó vida, queremos derribar Mestalla. Pero lo más grave es que decidimos mutaciones al tuntún, por aburrimiento, sin saber qué haremos luego, sin atar ni consolidar los sueños que formulamos sobre lo que vamos a aniquilar. ¿Qué haremos del Mestalla viejo, y del nuevo, cuando funcione el Roig Arena?
Si el hospital La Fe, como se dijo, tenía aluminosis y mucho amianto, derríbese: pero ¿no puede quedar nada para recuerdo? ¿Habrá un rincón donde poner una placa y un puñadito de fotos para recordar que allí vinieron al mundo miles de valencianos y se hizo el primer trasplante de hígado o de corazón? ¿Va a quedar en pie la chimenea? Venga, vamos a planear bien qué es lo que hacemos. Porque, ya tiene bemoles, en el mismo barrio, a veinte metros de distancia, se está planeando sacrificar parte de un jardín para dotar al IVO, fundación privada pero al servicio del sistema público, de un nuevo y muy necesario espacio de ampliación.
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