Urgente La Lotería Nacional del sábado deja el primer premio en un popular municipio valenciano y otras cinco localidades

En 1921, con el republicano Ricardo Samper en la alcaldía, Blasco Ibáñez recibió una larga semana de homenajes en su ciudad. Tres años después, al ... concluir un lujoso viaje de vuelta al mundo, escribió: «Abandono el frac de novelista rico y glorioso para volver a ponerme la americana de pana de los primeros años de El Pueblo». Y emprendió el dictado a su secretario Carlos Esplá de un texto demoledor; destinado a acabar no con el dictador Primo de Rivera sino con el origen de todos los males, Alfonso XIII.

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'Una nación secuestrada' comenzó a circular clandestinamente en noviembre de 1924 por toda España. Blasco editó un millón de ejemplares de su panfleto y llegó incluso a diseñar un plan para hacerlos entrar de contrabando. En cuestión de semanas quedó proscrito: el Ayuntamiento de Luis Oliag retiró su nombre de la antigua plaza de Cajeros. Y el 23 de enero de 1925 -se acaba de cumplir un siglo- el rey Alfonso, en el día de su santo, recibió el homenaje de los alcaldes de España, 'invitados' por la Dictadura a participar en una grandiosa manifestación celebrada en Madrid.

La baqueteada Senyera histórica, la del siglo XVI, hizo su último viaje y encabezó la delegación de 600 personas enviada por las tres provincias valencianas. Solo seis alcaldes pretextaron enfermedad en el curso de unas jornadas de exaltación pocas veces vistas. En manos de un directorio militar, a la monarquía no le quedaban ya muchos años, como el escritor pronosticaba; pero también es verdad que ese último gesto de agresividad en batín de seda, un rugido noble desde el confortable hotel del Louvre, sirvió para dar un par de años de oxígeno más a la Unión Patriótica y al Somatén.

Hoy se cumplen 97 años de la muerte de Blasco Ibáñez, que no pudo ver en vida su República. Ayer, en el Cementerio, se le rindió ese tributo anual, de la ciudad y del Ayuntamiento, que desde hace mucho tiempo es señal de reconciliación de Valencia con uno de sus vecinos estelares. Controvertida, apasionada, vibrante y proteica en todas sus formas de expresión y acción, la figura de Blasco -como ocurre con la de Sorolla- sortea análisis, modas, tendencias, décadas y contradicciones, y se mantiene en primera línea en el fervor de un pueblo que consagró su mito más allá de las etiquetas políticas.

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Hay que rendirle homenaje, sin duda. Por todo. Por haber vivido entre nosotros. Solo un artículo suyo tras la inundación de 1897 ya le consagra como eterno buscador de las recetas que este pueblo necesita. Porque tras decir que la culpa de las riadas siempre es del gobierno de turno, también añadió que esa culpa había que repartirla con los que confiaban solo en el cielo, no ponían manos a la obra y luego no sabían lo que votaban.

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