Secciones
Servicios
Destacamos
Sin palmeras, sin mendigos bajo los puentes, sin megacruceros, sin rebaños de turistas. A la marcha que llevamos, a Valencia, dentro de unos años, no la va a conocer ni la Roma que la parió. Ya podéis ir haciendo fotos para esos blogs de adivinación ... de estampas del pasado: ¿Qué calle es esta? ¿La recuerda alguien? José Antonio... La avenida del Reino... Con una clase de árbol que hubo a principios de siglo: se llamaban palmeras. Ay, señor. Y que finos nos estamos volviendo desde que se puso pavimento blando y esponjoso debajo de los columpios. ¡Que mi Jonathan no se me escorie! ¡Que no le queden secuelas psicológicas por culpa de un Gulliver que raspa el culito! Si os fijáis, la historia de las ciudades es la de su ablandamiento, la su paulatina conversión en gelatina civilizada. La diferencia entre Jericó y esta Valencia de terrazas para turistas con maletita de ruedas, está en la reciedumbre de las murallas que derribamos. Cuidado: moreras se pueden poner, pero sin fruto, que se chafan, ensucian mucho y la gente se queja.
Admirado profesor Ballester-Olmos, explíquenos lo elemental: el «hort valencià» tenía una parte de huerta, otra de jardín y otra de bosque. Y la palmera se plantaba en la huerta -tan llana, tan bella y tan igual- para saber dónde estaba tu casa o tu barraca. Pero también para comerse los dátiles. ¿Comprendéis? Palmera-dátiles-comer. No es solo un adorno. No es solo un símbolo o un icono: es que los dátiles se comen. Dátiles y leche, siguen siendo la mejor bienvenida ritual de los hermanos del sur.
Había moreras para criar, en la andana de la casa, gusanos de seda. Eso era Valencia hace poco más de un siglo. Esa era la Valencia de Blasco y Sorolla que tanto adoráis. Dátiles, brevas, gusanos de seda y niños con las rodillas desolladas de recoger boñigos por las calles. Caro que, apenas ha pasado un año de las elecciones y en medio de la celebración de la Capitalidad Verde Europea no sé si es un acierto anunciar que ya no se van a plantar más palmeras. Quiero decir que ha sido como si hubiésemos anunciado que ya no se iban a quemar más Fallas después de la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Pero bueno, quizá todo es fruto del calentón de las 3'10: ya lo iremos matizando.
No, yo creo que no hay que quitar las palmeras para evitar que suban ratas. Lo que hay que hacer es matar las ratas. Pero yo, por si acaso, he vuelto a la calle de Ruaya, donde Barberá plantó washingtonias cada dos metros, y estoy releyendo las cartas de Sorolla a Clotilde, cuando se instaló en Elche para pintar el palmeral del Huerto del Cura y estuvo un mes esperando que los dátiles tuvieran el color exacto de caramelo que él quería. «Lo que siento es no poderme sobreponer y dominar mis nervios. Me conmuevo demasiado», escribió.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.