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Te emocionas leyendo que del hospital La Fe no se va a salvar del derribo ni el rótulo, y pasas página del periódico y lees ... que «los médicos de Requena no acceden al historial de los enfermos de Cuenca». Hala, toma. En La Fe se hicieron cientos de trasplantes, se trabajó con la más moderna tecnología; pero no estamos preparados, no tenemos ciencia, para bajar un rótulo de tres metros de una fachada; o para hacer compatibles -¿cuántos años llevamos así?- dos sistemas informáticos de a peseta, que hasta un adolescente sabría clonar... A veces pienso que lo que falta son redaños. Energía. Un conseller que diga: «Mira, Manolo, mañana viernes, antes de mediodía, quiero esas letras de LA FE en el suelo. Y me hacéis gratis un proyecto para ubicarlas en el jardín...». Pero ya no se trabaja así, y de donde no hay no se puede sacar. Estamos metidos de lleno en la sociedad del buenismo, andamos de apóstoles de lo cauteloso, lo tibio y lo blandito, y a nadie le llama la atención la trampa inicial: que para quitar el amianto que dicen que tiene un edificio haya que quitar ¡todo! el edificio.

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