Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España y dos premios de 146.483,25 euros

La primera evidencia de que uno era vecino de una ciudad antigua de verdad la teníamos en primavera, viendo cara a cara las Rocas, tocándolas cuando nadie miraba, en la exposición de la plaza de la Virgen. Las Rocas del Corpus llevan pintado al duco ... lo que ningún otro monumento de la ciudad exhibe: su fecha de construcción y la de las sucesivas restauraciones. De modo que, junto a ellas, uno puede llegar a sentir tanto la evidencia fatigosa del tiempo como la alegría de la tradición continuada. Las Rocas son viejas, solemnemente antiguas; pero siempre ha habido alguien que se ocupaba de dar una mano de pintura. Incluso hubo un ayuntamiento que estuvo atento a la necesidad de serrarlas -con cariño-para que pasaran por debajo de los hilos del tranvía.

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La idea de sacar a la calle una especie de carros de combate de la fe con figuras simbólicas y moralizantes tiene unos seis siglos de antigüedad. Don Manuel Arenas ya explicó que cuando la coronación de Fernando de Aragón se pidieron prestados paños y damascos de una especie de autos sacramentales que Valencia hacía con motivo del Corpus. Los carros triunfales cambiaban de contenido, se renovaban, pero no fallaban: cuando el emperador Carlos fue invitado a ver la procesión desde la Generalitat, en 1528, le construyeron nueve Rocas nuevas, de trinqui. Ampulosas y solemnes, pesadas a base de recibir capas de barniz y pecados colectivos, las Rocas, junto con la Moma, «els Gegants, els Nanos i la Degòlla» son un fabuloso trasplante en el tiempo, la prueba palpable de que todo lo que se cuenta... resulta que fue verdad.

Los chavales escrutábamos debajo de la larga cabellera de lana negra de una Eva compungida. El Ángel de la espada de llamas los estaba largando del Paraíso a los dos, por memos: también a un Adán asustado que se tapaba con hojas de parra. Pero en el recorrido de la plaza, junto con ángeles y santos, había diablos terribles, de cuernos rojos y ojos desorbitados; como había un Sansón, hercúleo y vestido de pieles, que estaba desgarrando las fauces de un león. Plutón, San Vicente, el Infierno, la Fe, Valencia, el perdón, los mahometanos expulsados, la Eucaristía... Si en los carros ya se baraja un compendio de símbolos, hay mil más en la Cabalgata de la Degòlla del sábado y en la procesión solemne del domingo. Era historia viva: los mayores, con la mejor buena voluntad, se encargaban de transmitir los códigos hasta donde podían.

- Fíjate en los gigantes: representan a los continentes del mundo. Las Rocas, antiguamente, las movía el Gremio de Molineros, que tenía los caballos más fuertes de la ciudad. Mira las banderolas: las dos L quiere decir que Valencia fue dos veces leal...

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Historia en la propia calle. Desde los timbaleros hasta el Agüelo Colomet. Y Josué, que cada cien pasos tenía que escenificar que paraba la marcha del Sol. Si no consigue una sólida continuidad en sus tradiciones, una ciudad no tiene nada a lo que agarrarse y al final no es más que turismo de masas y franquicias. Por eso, en este año del debut de Juanfran Barberá, hay que brindar por Donis Martín, el eterno Capellà de les Roques: el hombre que durante tantos años, montado en su jaca, comunicaba al pueblo llano, con palabra elegante y firme, que había llegado la fiesta del Corpus.

-Ya ve la Degòlla / y el Corpus asoma/ Les Ròques/ La Moma /dansetes y broma...

LA VALENCIA QUE YO HE VIVIDO

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