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Sí, está muy bien... Está muy bien que la alcaldesa, tras los fastos del 9 d'Octubre, tras la alegría popular, el glamur y el éxito de esa ciudad razonablemente unánime que pudimos disfrutar el miércoles, dedicara la mañana del jueves a otra realidad: la ... ofrecida por los directivos de la Asociación Valenciana de Caridad, que fueron a visitarle.
¿Qué hay de nuevo? Todo y nada. La institución sigue en lo suyo, en su política de ayudar a todo el que llama a su puerta con una necesidad y ahora está especialmente atenta a los problemas derivados de los alquileres, tan altos, en ocasiones tan desorbitados, que pueden poner a una familia en fuera juego. Comedor social, centros educativos, programa de escuela y familia, acogidas temporales... Para la primera autoridad municipal, para cualquier autoridad, este tipo de contactos se me antojan imprescindibles: son una inyección de realidad, una dosis de verdad, que pueden servir para situar al poder, por un instante, lejos de ese mundo de fascinaciones que construimos habitualmente.
Porque, incluso en los medios informativos más veteranos, no nos damos cuenta de la construcción artificiosa que estamos propiciando hasta darle cabida como invasión. A base de hablar -y de tragarnos- eso de la magia de las 'startups', a base de manejar conceptos escritos en inglés que la mayoría no sabemos si dan o no dan de comer, estamos configurando una burbuja que tiene tanto de irreal como de frágil. Y la realidad de la vida, por más que se empeñen los de las 'startups', es otra, sigue cotizando en euros de papel, y conocerla, de verdad de la buena, la conocen en la Casa de Caridad, en las parroquias y en media docena de oenegés acostumbradas a pisar la calle.
Cuando escribo estas líneas, me llega una fotografía terrible. No procede de ese doble surtidor de sangre, horror y escombros que proporcionan Rusia y Oriente Medio. En este caso viene de Estados Unidos: un matrimonio mayor, espera, en un refugio de Florida, en completa oscuridad, la llegada del huracán. No tienen más que lo puesto, ropa de andar por casa, un batín. Y un teléfono móvil viejuno que han dejado sobre la mesa. El celular era el último recurso disponible para saber algo de lo que les iba a pasar: una herramienta -¡ay, señor, ese orgullo fatuo de las startups!- que se quedará inútil cuando la batería se les agote... Porque, para evitar males mayores, sobre todo incendios devastadores, se corta la luz eléctrica ante la llegada del huracán.
Un beneficio tan evidente como es el turismo ¿puede estar creando pobreza por exceso? ¿En qué se asienta el bienestar en estos tiempos tan frágiles? La mejor escuela de sociología aplicada está ahí, en Casa Caridad. Y debería ser obligatorio escucharles.
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