Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España y dos premios de 146.483,25 euros

Hace ochenta años, miles de soldados de países aliados en defensa de la democracia y la libertad comenzaron, en las playas de Normandía, uno de los más espectaculares desembarcos militares de la historia. Se jugaron la vida, y miles de ellos la perdieron, frente a ... las tropas invasoras de una nación que negaba la democracia y la libertad. Por segunda vez en el siglo XX, Europa era escenario de un terrible conflicto, una guerra europea entre hermanos, vecinos del mismo continente, desgarrados una y otra vez por ideologías nacionalistas, excluyentes y extremas.

Publicidad

Dignatarios de aquellos países en guerra han evocado estos días el sacrificio que fue necesario para lograr la paz y asegurar la libertad. Para conjurar el riesgo de nuevas guerras entre europeos se crearon instituciones tocadas a la vez de buena voluntad y de sentido práctico. El comercio, la cooperación, la retirada de aranceles y fronteras, se consideraron las mejores medicinas contra la guerra. Atar, en vez de enfrentar; unir, mejor que separar. Y aunque costaba tanto aceptarlo como creerlo, en el complejo camino de la utopía desaparecieron las fronteras y hasta se llegó a adoptar una moneda única.

Medio siglo después, y aunque no lo sepamos, Europa ha calado en la mayor parte de los asuntos de nuestra vida común. Europa está en lo que comemos y en lo que nuestros agricultores cultivan. Europa es el diseño de las carreteras y el movimiento de los puertos. Con dineros europeos se tiene que reformar la avenida de Pérez Galdós o se va a intentar mejorar el lago de la Albufera. Valencia ha sido designada Capital Verde Europea porque tiene que cumplir unas obligaciones impuestas por la Unión Europea.

No hay marcha atrás. El empeño de vivir con menos Europa es mera fantasía. Sin Europa estaríamos mucho peor todos, naciones y ciudadanos. De modo que el camino no es otro que el de la democracia: cambiemos en las urnas lo que no nos gusta, hagamos con nuestro voto que Europa sea más suave o más intensa en su presencia, más veloz o menos en sus metas, más social o más liberal, más verde o menos exigente... Hagamos, en todo caso, que las instituciones europeas defiendan mejor los intereses de los europeos porque el rumbo de integración que se estableció en su día es erróneo intentar torcerlo.

Publicidad

Si no nos gustan las reglas hay que cambiarlas votando. Eso, en apariencia tan elemental, son las elecciones europeas que celebramos hoy, que, como tantas otras veces, vienen desviadas, desenfocadas por los agudos problemas políticos que padecemos. No va a ser fácil olvidar esos problemas. Y tampoco conjurar el riesgo mayor que se vislumbra en la mayor parte de Europa: que es, precisamente, el regreso del nacionalismo, el radicalismo y la intolerancia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad