En 1839, el pintor William Turner presentó un cuadro conmovedor: el 'Temerario', un glorioso buque de guerra de su majestad, veterano de las velas, era conducido al dique seco como un cordero. Pero lo llamativo es que el remolcador que tiraba de él hacia el ... sacrificio era un moderno diablo del mar: un buque de paletas que arrojaba un potente penacho de humo negro. La era del vapor empezaba a imponerse en el mar, con todas sus transformaciones, ventajas y sacrificios. Poco después, Turner se enfrentó a otro avance simbólico, el ferrocarril; en su cuadro 'Lluvia, vapor y velocidad', un tren desafía a la tormenta entre chispas y humo negro de carbón.

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Durante dos siglos y pico, gracias a la caldera de vapor, Europa ha estado quemando el carbón que tenía a mano en sus minas, más el que importaba y robaba por el mundo, para calentarse, cocinar, moverse, transportar, construir, crecer y a fin de cuentas consagrarse, a trancas y barrancas, como un espacio de libertades, crecimiento y desarrollo. A pesar de la concurrencia hidráulica, y más tarde del petróleo y la energía nuclear, el carbón ha sido la clave de la revolución industrial. Que, con carbón, empezó a cambiar el mundo usando herramientas de acero y máquinas eléctricas. De ahí que el pasado 30 de septiembre haya sido clasificado por algunos como un día histórico para Inglaterra: Ratcliffe, la última planta británica que producía electricidad quemando carbón, ha dejado de funcionar. Sigue trabajando con gas, pero ya no usa el viejo combustible imperial.

El pasado noviembre de 2023, el fin de la era del carbón en la gran planta gallega de As Pontes marcó también una referencia; las instalaciones carboneras que quedan en España son pequeñas y testimoniales. Se acaba, en efecto, un mundo, un estilo de vida, una era en el desarrollo del planeta. Se puede hacer casi poesía: por conquistar ese combustible hoy en desuso, se sufrió mucho, se trazaron guerras y hubo millones de personas que trabajaron duramente. También se puede afirmar que gracias a él todavía existen en el mundo algunos sindicatos fuertes.

Sin embargo, calma y serenidad, que ese esfuerzo medioambiental por acabar con la era del carbón, es solamente un espejismo visible en Estados Unidos y Europa. El resto del mundo, el año pasado, siguió dando un máximo histórico de consumo de carbón: 8.500 millones de toneladas. Más que nunca. China, India y Rusia tiran del carro del consumo internacional y contaminan, al quemarlo, una atmósfera que compartimos todos sin poder parcelarla... A Rusia, por cierto, le quedan yacimientos para quemar carbón 470 años...

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