Ya está: se acabó la fiesta. Se acabó la alegría en la Ford y la fiesta de trabajo que ha venido dando desde los años setenta. La empresa norteamericana, a los cincuenta años de su implantación, se quita la careta y se muestra como lo ... que es, una firma siempre dispuesta a recibir el Favor de la administración autonómica pero desabrida y agria cuando se trata de afrontar una realidad, la de la transición ecológica europea, que los americanos nunca han sabido entender ni mucho menos conllevar.
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El imperio industrial americano, en efecto, entiende que hay que tomar decisiones en beneficio del medio ambiente; pero nunca va a entender que los sacrificios hayan de ser unilaterales y voluntaristas, como los tontos dirigentes políticos europeos tienen decidido hace ya muchos años con los coches eléctricos. Una marca industrial como la Ford, asentada hace más de un siglo y muy grande, ya ha demostrado de sobra, en Estados Unidos sobre todo, que es lenta y muy poco flexible, incapaz de repentizar y variar las estrategias como hacen los competidores chinos.
La mansedumbre de los de Bruselas y Estrasburgo, unida a su proverbial lentitud y torpeza, han propiciado un caos en el mercado europeo del automóvil. La crisis de Ford, ese titubeo que cuesta empleos y amenaza fábricas, la vamos a ver también en marcas alemanas, italianas y francesas de raigambre. Porque cada coche eléctrico que sale de China viene dopado de origen tanto por las ayudas gubernamentales como por las condiciones laborales chinas, que siguen siendo impresentables en el mundo civilizado. Es imposible competir con ellos. Y es estúpido jugar a poner aranceles altísimos a los coches que vienen de Oriente para después vender los nuestros con subvenciones oficiales de cinco, seis y hasta siete mil euros...
Se acabó la fiesta. Ese paisaje, ese caos y desgobierno, no es un mercado libre y moderno. Ni se puede mantener una posición comercial en base a la explotación obrera comunista, ni se puede ser líder de nada en base a un altruismo medioambiental de colegio de párvulos. La fiesta de las simulaciones tendrá que cesar: China tendrá que acceder al mundo capitalista con salarios y reglas obreras razonables; y de paso dejará de contaminarse como una bestia para fabricar los coches eléctricos de esos europeos finos que no quieren contaminar. Porque si el cambio climático es global, es idiota que las medidas restrictivas se tomen solamente en un rincón de la casa.
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En la primavera de 1974 nos enseñaron la fábrica que se estaba levantando. Había ganas de Fiesta, con F de Ford. Y hubo felicidad, fallas, favores y flores. Hasta que ha llegado el freno. Esperemos que no haya fiasco. O fracaso.
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