Vamos a levantar un edificio en este solar», me dice el jefe de una cuadrilla que está empezando a trabajar en la parcela. ¡Un nuevo edificio en Valencia! Entre la crisis, la lenta reactivación, el covid y los ocho años de mandato de socialistas y ... nacionalistas, la construcción, esa antigua actividad de levantar casas para que vivan personas, venía siendo más rara que los limpiabotas. Y es que -con el tiempo se verá- el complejo anticapitalista de los unos, en alianza con el disloque medioambiental de los otros, propició ocho años (2015-2023) en los que, tanto la promoción de viviendas como el urbanismo en general vivieron tiempos nefastos, tratados como enemigos.

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No exagero: los trabajos académicos, si quieren ser sinceros, hablarán en el futuro de ocho años de parón e incertidumbre, de bloqueo de planes parciales y generales, de burocracia farragosa, de sequía de licencias y a fin de cuenta de bajón de proyectos, ilusiones e ideas. Ocho años de Botánico, de los que nadie quiere hablar claro, en los que las iniciativas que tomaban los apocados altos cargos del PSOE encontraban al minuto una contraofensiva del secante colocado enfrente por Compromís. Que no tenía otra finalidad que dificultar la construcción, cualquier clase de construcción, incluso la de infraestructuras básicas, utilizando como pretexto el retorcimiento de la norma medioambiental y paisajística. Y así... desde el riu de la Sénia fins al Segura.

La llegada del PP a los centros de decisión de la Generalitat, y a muchos ayuntamientos, da la impresión de que está haciendo cambiar algunas cosas. La burocracia sigue siendo un lastre serio -es un lastre nacional enorme, el gran problema español- pero al menos se puede ir hablando de algún efecto de desbloqueo. Hacer que los planes generales de los pueblos salgan del cajón y avancen es todavía una tarea titánica; pero obtener una licencia de construcción empieza a dejar de ser una tortura refinada y se queda solamente en viacrucis: algo que cualquier constructor supera, porque está vacunado desde niño.

Tras los años de Compromis y el PSOE, en los que en Valencia ciudad solo crecieron las colonias de gatos y palomas, se va viendo cierta actividad de grúas y andamios. La edificación, la construcción de casas para personas, deja de ser pecado mortal y empiezan a verse signos de vida, incluso en solares del centro histórico. En el primer semestre de este año, el Ayuntamiento de Valencia ha concedido licencias para construir 1.182 viviendas. Una ciudad no son solo eventos, sueños y fascinaciones: además de hacer carriles para patinetes hay que hacer casas para patinadores. Como toda la vida.

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