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Estamos tan solos, y somos tan poquita cosa en el universo, que hay gente que lo que hace desde hace años es buscar en las playas de Cornualles, o de Ostende, figuritas de plástico con forma de dragón. Peinan la arena con la mirada, caminan ... arriba y abajo en paralelo a las olas; y a veces, solo alguna vez, encuentran una de los cinco millones de piezas de juguetes Lego que un carguero japonés perdió en el lejano 1997.
El mar, dicen que lo devuelve todo a la orilla, hasta la botella del náufrago legendario. El problema es que no tiene mucha prisa. O que lleva su propio ritmo, sin consultar a autoridades y bañistas. Ahora mismo, en la playa del Saler y en la del Perellonet, lo que nos aparecen son cadáveres. Que según las cábalas de los periódicos podrían ser cuerpos de pobres emigrantes muertos en el mar, camino de una playa soñada. Incluso podrían ser primos, vecinos o conocidos de los que este verano desembarcaron con su patera en el Portet de Moraira, de aguas serenas, a la vista de todos, hola buenos días...
Es complicado, cada vez más, todo lo que viene pasando en Europa con los movimientos masivos de emigrantes. Ver el parque de pateras -mil, dos mil- que aguarda en muchas playas africanas, mueve la conciencia y el corazón. Por eso mismo, llama mucho la atención que los dos grandes partidos -digo los dos, no uno de los dos- no renuncien a una parte de sus estrategias para pactar con el otro un plan de Estado ante la inmigración. En primer lugar, para traer a las playas de Canarias, de la oreja, al comisario europeo correspondiente, con el fin de hacerle ver que el problema que tenemos en España, desde Canarias a Mora de Rubielos, es tan serio como el de Italia, o quizá más, porque la ruta italiana, la de Sicilia, parece haberse congelado en el último año, no sé si -aquí nadie habla calo-desde que llegó al poder la señora Meloni.
Dicen los que lo saben que si a las playas canarias llegan mil o quinientos emigrantes al día podemos dar por seguro que, por Barajas, con sus maletas, entran cada día bastantes más. Y que nos hemos de adaptar a un futuro inevitable, incluso necesario, donde -eso también son datos, no conjeturas- los españoles 'pata negra' tenemos menos hijos cada vez y necesitamos trabajadores de donde sea, desde albañiles a cirujanos. El hecho real es que uno de cada cinco vecinos de esta comunidad -y de España- ha nacido en el extranjero, sea por inmigración o porque son jubilados europeos asentados en el territorio.
Y eso, un fenómeno insólito en nuestra historia, es la primera tarea que deberíamos tener; y habría de abordarse bien, serenamente, sin tensiones ni demagogias políticas. Mirando con lupa los ejemplos no deseables de Mora de Rubielos y Turingia.
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