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Hace 50 años, en abril de 1975, a José Penalba y a un servidor se nos ocurrió dibujar tres torres de apartamentos, de veinte plantas ... de altura cada una, sobre el perfil fotográfico del paseo de la Pechina, a la altura del Colegio de los Jesuitas, entre Beato Gaspar Bono y Fernando el Católico. Fue la primera noticia de un proyecto que no mucho antes había entrado en los vericuetos municipales y que estaba avanzando: era el proyecto de la compañía religiosa de enajenar la franja de suelo lindante con la orilla del río, el generoso solar de su antiguo colegio, con la finalidad de dedicarlo a unas potentes edificaciones que el Ayuntamiento ya estaba tramitando.
El 25 de abril, cuando la imagen inventada de las tres torres de apartamentos se publicó en la portada del periódico se produjo un pequeño revuelo en la ciudad. No gustó que el clásico complejo escolar del padre Muedra quedara oculto por torres modernas. Y cuando estábamos pidiendo que el cauce del Turia fuera declarado zona verde, tampoco gustó en otros sectores que el perfil de la orilla derecha se rompiera con llamativos edificios; y, para complicarlo todo, empezó a rondar entre algunos especialistas el temor -lejano, pero no imposible- de que la sombra de las torres afectara al arbolado del Jardín Botánico.
Tres torres de veinte plantas, dos torres de treinta pisos, hotel no muy alto, pero con sus volúmenes distribuidos, hotel levantado en una sola y grandiosa pieza que pretendía dejar espacio a jardines... Desde entonces, año por año, ¡hasta llegar a cincuenta!, la llamada 'Manzana de Jesuitas' ha sido objeto de discordia, polémica, batalla política e incluso pieza de convicción en la dimisión de un alcalde. A través de varios alcaldes y alcaldesas, el proyecto es uno de los grandes protagonistas de la ciudad en democracia, un asunto clave para la ciudad. Porque si tuvo un potente y muy persistente 'Salvem' de detractores, no hay que olvidar que, gracias a él, tenemos el Jardín de las Hespérides, un mayor respeto al Jardín Botánico, la recuperación por el Ayuntamiento del ahora olvidado Balneario ubicado en el Asilo de Lactancia y la enajenación del solar del efímero edificio municipal de la Avenida de Aragón donde, una vez hecho el derribo hace varios años, se espera que una empresa de hostelería cumpla su palabra de levantar un hotel.
Jesuitas, decimos en las redacciones para redondear lo que es una trapisonda histórica de la ciudad. Todo, todo el volcánico urbanismo del siglo XX valenciano está allí condensado; con sus errores, titubeos, mezquindades, especulaciones y flaquezas. La más grave batalla que se ha conocido de la Generalitat contra el Ayuntamiento se dio a propósito de esta histórica parcela. Es, en sí misma, un manual que va desde la polémica verde a la puñalada política más trapera, desde el urbanismo sin alma, a la adaptabilidad del alma del urbanismo; desde el noble deseo de grandeza en la ciudad a esa salida que toman órdenes religiosas que, durante dos siglos, gracias a ayuntamientos generosos, han ido vendiendo el suelo disponible de sus colegios, de sus huertos y zonas de retiro... menos la capilla, salvada en raras ocasiones.
Ahora, cuando ya se ha cumplido esa medida valenciana de los proyectos, el medio siglo, aguardamos que se construya al fin un espacio ajardinado de 8.425 m2 en el que menos de la mitad estará reservado al recuerdo de la huerta, con tomateras y lechugas.
Será el jardín más caro de la historia de la ciudad.
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