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Si hay víctimas, no valen los protocolos establecidos: todos los avisos serán escasos y tardíos desde el punto de vista de la gente... y de la oposición. Si el número de muertos llega a configurar la más grande tragedia que el clima ha provocado en ... estas tierras en el último siglo, de poco van a valer las apelaciones a la calma: está garantizada una desagradable, improductiva controversia política. No hay que esperar otra cosa: ni de los avinagrados que tenemos en la oposición ni de los que quizá titubearon una hora, dos, cuando llegó el momento de tomar drásticas decisiones.
El debate, que vendrá cuando hayamos pasado los días amargos que nos aguardan, será una pérdida de tiempo, un derroche de energía de una inutilidad histórica. Porque lo que se necesita, lo que nos vendría muy bien, sería una revisión de los asuntos pendientes en los viejos y polvorientos cajones de la administración. Sí, no seamos torpes, vamos a dejarnos de bobadas ajardinadas y vamos a dragar el tramo final del nuevo cauce del Turia, para que tenga mayor capacidad de desagüe. Porque por vez primera se ha visto clara la utilidad práctica de aquella obra ¿excesiva? de los sesenta. Y vamos a ver si ese proyecto de desvío del barranco de Chiva-Catarroja, que lleva quince años parado en la Confederación, arranca de una vez con dineros del presidente Sánchez.
Sí, además de la presencia del Ejército, y de miles de voluntarios organizados, necesitamos menos palabras y más hechos. Como escribió el director de este periódico en 1957, tras la riada, la Batalla del Barro es una prueba que se debe encauzar en una moral de recuperación. No hay que chuparse el dedo: habrá que ver si, después de este fin de semana en el que la prensa de Madrid ha puesto los ojos en «el Levante», las inversiones vienen de una buena vez y dejamos de ser la Cenicienta española. Desde un escepticismo histórico, vamos a ver si es verdad que se nos está oyendo.
Pero de paso, vamos a ver si los dos grandes partidos valencianos se dejan de maltratar y se ponen a trabajar, juntos, en la ordenación del territorio de Metrópolis. Porque se trata de recomponer, en una zona de alta saturación urbana, el orden y el equilibrio de las piezas que componen la vida: las viviendas, las escuelas y las industrias, las alcantarillas, los transportes... No podemos esperar más a que la Guardia Civil tenga un nuevo cuartel metropolitano, no podemos consentir que un barranco amenace la vida de miles de familias, no se puede seguir creciendo, locamente, en un polígono comercial que abarca una docena de kilómetros. Desde el dolor, hablemos, sentémonos a pensar.
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