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Ese mundo de ayer ya no existe. La realidad es muy distinta». El martes pasado, el presidente Sánchez decidió meterle mano a uno de los ... más peliagudos asuntos de su agenda: asumir la historia y subir hasta el 2% del PIB las inversiones en Defensa de España. Como si acabara de leer a Stefan Zweig en sus reflexiones sobre la Europa de Weimar, Sánchez, entre desencantado y melancólico, apeló al «mundo de ayer» un momento de la vida occidental que a su juicio debió ser mucho mejor. Sánchez hablaba, probablemente, de la Guerra Fría, cuando los B-52 cargados con ojivas nucleares despegaban de Carolina del Norte y emprendían un viaje de ida y vuelta hasta las fronteras de la URSS, para ser reabastecidos por los aviones cisterna de la base de Morón, más o menos a la altura de Palomares. Cuando el famoso accidente, cuando el baño de Fraga, Pedro Sánchez no había nacido siquiera. Pero eso no impide que, sobre aquel tiempo y su leyenda, haya extendida una cierta nostalgia rebelde: ellos, los americanos, ponían los pilotos, los enormes aviones, el gasto en vidas y dólares y una diplomacia termonuclear de desafío ante el Kremlin; nosotros, los europeos, inventábamos mientras tanto un mundo feliz adornado de progresismo. Que luchó contra Franco, es verdad; pero que también construyó una cultura de lo antiamericano en política y de lo muy americano en modas y costumbres.

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lasprovincias El mundo de ayer