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Poquito a poco, la cordura, quiero decir el orden y la armonía, va llegando a las colecciones del museo de Bellas Artes. La colección Lladró ... ha tomado tierra en el lugar para el que fue adquirida y se va haciendo sitio junto con otras donaciones o compras de menos campanillas. De ese modo, la organización de las obras permite salas más compactas y uniformes, como las dedicadas ahora a Pinazo y los Benlliure, luego a Sorolla. El sueño de aquellos maestros, el de un palacio de las Bellas Artes, se aproxima, aunque sin desdeñar toda la pintura anterior a ellos mismos, que es mucha y de altísima calidad.
Ha pasado, así, la etapa 'gloriosa' del edificio de Correos dedicado a museo. Un tiempo corto, movido en buena parte por las elecciones y por el pequeño morbo de «a ver cómo eran de ricos los Lladró», que forzosamente debía ser efímero porque ni el suelo, ni el trazado, ni siquiera las condiciones ambientales reunían los requisitos que las normas reclaman para que la Consellería dispense el título de museo.
Ahora viene ver qué se hace con el Palacio de Telecomunicaciones, comprado de capricho durante el romance entre Pedro Sánchez y Ximo Puig, romance chungo porque lo menos que se debía haber hecho es regalárselo a la ciudad. Se ha prometido que será Museo Fallero, pero habrá que estudiar bien el proyecto; para empezar consultando al futurible primer ministro, Núñez Feijóo, que fue director general de Correos y ya mejoró mucho el desmantelamiento de la institución iniciado por el PSOE.
Situar la fiesta fallera en el arranque de esa ruta turística Ale Hop y tapas, que va desde la plaza del Ayuntamiento a la catedral no parece mala idea. Y responde a un modelo de ciudad. Aunque es obvio que existen otros. Con todo, habrá que subir el nivel de lo que se expone en Monteolivete, algo deteriorado y sobre todo cansino. Quizá sería conveniente evitar como tema de 'ninots indultats' esos grupos de abuelitos llorones con los nietos en brazos que se repiten un año tras otro. Medir lo que se desea, dar dimensión al propósito, es importante; porque si en lo que fue cuartel ya no nos cabe el Museo Fallero, me temo que en lo que fue Correos, más pequeño, tampoco va a entrar.
Un Museo de la Fiesta, de todas las fiestas de la Comunidad Valenciana, ya es otra cosa. Porque habla de selección y variedad a la vez. Abrir el espacio a todas las costumbres festeras podría dar contenidos muy ricos y diversos, desde el norte al sur y desde el mar a la meseta. Como lo sería dar oportunidad a la indumentaria, las sedas, la artesanía, la danza, la música y otros conceptos que también tienen museos o exposiciones aquí o allá. En fin, que hay motivos para que las nuevas corporaciones -Correos es de la Generalidad- trabajen este verano.
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