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Seremos pragmáticos», dijo el martes, en el foro de Davos, una Úrsula von der Leyen a la que el discurso inaugural de Donald Trump ha sentado como un buen dolor de muelas. «Seremos pragmáticos; pero estaremos siempre listos a defender nuestros principios», añadió con firmeza, ... para dar a entender que los que vienen, para ella y para todos nosotros, van a ser años duros y controvertidos. En los que Europa igual tiene que adoptar como lema aquella frase atribuida a Groucho Marx que en realidad ya se escribió en 1873 en un diario de Nueva Zelanda: «Estos son mis principios, pero si quiere tengo otros».
Desde luego hay que descartar dudas: Trump ha llegado rompiendo muebles y decorado, como un elefante en una cacharrería. Para saberlo, para ver la hondura del foso abierto entre la administración que ha llegado y la que ha salido, basta ver la lista de indultos preventivos que Biden ha decretado como salvaguarda. En ella figuran no solo sus hermanos y sus cuñadas, sino los jueces y testigos de la causa por el asalto al Capitolio y el general Mark A. Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto: tildado poco menos que de traidor por los trumpistas a causa de su talante y estilo, el retrato del general, ya jubilado, fue retirado de los pasillos del Pentágono el lunes, a primera hora, por una orden llegada desde la Casa Blanca. En estos momentos, la hondura de la división social es muy grave en el pueblo norteamericano.
Lo de despedir al bueno de José Andrés se daba por hecho desde que lo condecoró Biden la semana pasada; y lo de hacer que Abascal fuera el único invitado español fue una provocación, moderada dentro de una escala que se puede agravar. Pero basta ver ese error inicial de Trump metiendo a España en el saco de los BRICS para entender que lo que le viene por delante, a nuestra diplomacia y a la Unión Europea en su conjunto, no será fácil. Porque donde Trump no se equivocó fue en la primera parte, cuando le dijo a los periodistas que «España invierte muy poco en Defensa». Las urgentes aclaraciones del gobierno -«no somos un país emergente»- deberían haber tenido en cuenta esa observación clave, la de la Defensa, que es, desde hace años, el ojo del huracán de la OTAN y un objeto de tensión evidente en los gobiernos izquierdistas de Sánchez.
Donald Trump, con sus bailecitos impresentables y ese talante pendenciero, mueve a rechazo rápido. Por higiene personal. Pero está en el poder y va a haber que ser muy pragmáticos, con los principios de doña Úrsula en la mano. Contando con que modere su estrépito teatral después de estas primeras doscientas firmas grandes y picudas, su mandato lleva todas las trazas de producir huellas visibles en la piel del mundo que teníamos configurado el 19 de enero. Y en España eso va escocer bastante más.
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