Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

En este tiempo de remilgos, cuando nos empezamos a poner distinguidos y a mirar de soslayo a los turistas de media capa que llegan con su maletita, no está de más recordar que alguna vez fuimos pobres. Quiero decir que Valencia, en otros tiempos, fue ... una ciudad pobre en número de turistas, y, además, el Ayuntamiento cometió el error de poner en sus entradas un cartel que anunciaba que era «visitable en dos horas». O sea que aquí había poco que ver...

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Pero eso fue en los 80, cuando sufrimos un bache vocacional. En el libro de Pepe Soler Carnicer, '100 años de turismo en Valencia', constato que el Centro Excursionista de Valencia fue el creador del primer camping registrado en España, el del Saler, que se inauguró el 8 de junio de 1958.

El turismo de acampada, y también el de roulotte, configuran las primeras modalidades de turismo modesto en una España que no exhibía aún grandes lujos hoteleros. Estamos hablando de una Valencia que se desperezaba del golpe de la riada de octubre de 1957 y en la que el concejal de la Dehesa, el inolvidable don José Grima, les dijo a los promotores que para qué demonios se necesitaba una línea de teléfono en el nuevo camping si los campistas -decía él-jamás iban a usar tal invento.

Triste historia la de ese camping pionero de España, que luego hubo que desmantelar porque se había convertido en una colonia estable no de campistas viajeros y vocacionales, sino de veraneantes okupas de larga temporada, que es una modalidad muy diferente. Muy poco después nació el camping Santa Marta, en Cullera, promovido por el propio delegado de Información y Turismo en la provincia, señor Ríos-Capapé.

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Ahora, un reportaje del inquieto periodista Eduardo Bort Carbó, que fue alcalde de Sagunt, me permite saber que, al inicio de la temporada veraniega de 1964, hace sesenta años, los campings que funcionaban en la provincia de Valencia eran seis: los ya mencionados del Saler y de Cullera, pioneros, más el Caudeli de Xeresa; el Daimuz, de esa misma playa; el Monte Tiberio, de la playa saguntina de Almardá, y el San Fernando, de la costa de Oliva. Los de Daimuz y Almardá eran de segunda categoría; el Caudeli, de 560 plazas, era de primera y había empezado a funcionar en 1963. Nuevo, estrenado en el mismo año 1964, era el de Daimuz, una hermosa instalación de 856 plazas oficiales.

Para ese mismo verano, pendiente de los últimos papeles y permisos, se esperaba la puesta en marcha de dos campings más: el de Gandía y el de Chiva, el primero que funcionó en el interior, lejos del mar, para dejar constancia de que, en ríos y bosques, en la montaña y junto a parajes sombreados, las tres provincias valencianas tenían espacios prometedores donde el turismo podía echar raíces.

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Es encantador ver, en el reportaje de Eduardo Bort, la fotografía de una roulotte del momento. Aerodinámicas, redonditas, con un diseño tomado del hueco esencial, esos vehículos mínimos desafiaban las malas carreteras europeas de los 60 y se venían a paladear las españolas, que no eran mejores. Junto a ellos, los espartanos, los valientes pioneros de la mochila que caminaban o hacían autoestop sin un destino fijo. Pero que aprendieron muy pronto la senda de las escasas instalaciones campistas disponibles. Instalar la tienda al atardecer, bajo los pinos del Saler, fue un placer antiguo, reservado solo para pioneros...

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