Borrar

Si una vez en la vida tienes la suerte de llegar hasta allí, es inevitable que, cuando te sitúes a los pies de la colosal ... estatua de Abraham Lincoln, sientas algo. Habrá un agobio de turistas y demasiada gente haciendo selfies; pero va a ser muy difícil, mucho, que no te impresione la escenografía de las columnas, la actitud mayestática del presidente y la puesta en escena de la arquitectura, con el grandioso obelisco al fondo y ese gran estanque, el de Luther King, que abre un espacio, como mínimo, de serenidad cívica y respeto ceremonial. Y es que, si en Roma es más fácil creer en la Iglesia, en Washington es muy sencillo, es elemental, creerse la democracia: el Capitolio, la Casa Blanca, las avenidas, los parques, esa muralla de mármol donde están los nombres de todos los caídos en Vietnam... Más que una ciudad, aquello es el orden de la democracia trazado sobre un plano; una arquitectura sobre el poder, tomada de Versalles y puesta del revés: porque aquí es donde el pueblo -We The People- el que rinde tributo a sus representantes, los parlamentarios y el presidente, bajo la mirada benéfica de los padres fundadores.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Tenemos un problema