Se lo digo a un buen conocedor de la vida municipal, que me contempla, entre risas, como una disparatada reliquia, casi un loco, poco propenso a eso tan moderno de la «empatía»:

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-Creo que en el Ayuntamiento lo que sois es bastante timoratos. Y ... que, por eso mismo, por andar con tantos cuidados y miramientos, os toman el cabello...

Mi reflexión empezó cuando supe que nuestro ayuntamiento no puede volver a colocar el monumento a Sorolla en el lugar de la playa donde siempre estuvo sin desplegar un largo expediente de licencias ante el departamento de Costas. Es que no me lo puedo creer. Que se impida a un piernas cualquiera poner un chiringuito de gaseosas, vale; pero ¿enredar en papeleo al Ayuntamiento de la tercera capital por reponer el monumento donde estuvo en su día? Ni Costas podía llegar a más, con su gorra y su porra, ni el Ayuntamiento podía hacerse de menos pidiendo la venia para tal misión...

Mi abuelo siempre dijo que de tanto agacharse había quien no crecía. Y eso, a veces, creo que les está pasando a algunos municipios en sus relaciones con determinadas teclas del Estado, creciditas ahora, en medio de los dimes y diretes de la dana: se han humillado tanto, durante tan largo tiempo, que ya no les queda ni voz. Y no encuentran, ni siquiera en la Diputación, el tornavoz necesario para hacerse oír ante el púlpito del Estado, que se pone campanudo cuando se le hace ver que también falló en su misión.

«Son sus competencias», escuché decir, con muy escasa «empatía», a un preboste estatal que se refería a la limpieza de las cañas, ramas, bidones, plásticos, árboles y otros mil despojos depositados en las playas durante el aciago mes de noviembre. Será su competencia, señor Gobierno; pero ni es municipal la playa ni lo son esas cañas que, por millones, proceden de barrancos que la Confederación tiene declarados sagrados e intocables. El Estado puede ser exigente, pero nunca irritante. Por eso me gustaría que tomara la palabra un ayuntamiento, uno solo, que estuviera libre de complejos y temores. Un municipio que dijera, por poner un ejemplo:

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-Señores de Madrit... dos puntos. Hasta finales de mes tiene ustedes dos largas semanas para llevarse las cañitas de la riada. Pero sepan que para febrero tengo ordenada a mi gente que les peguen fuego en una pira que ni la de Sant Antoni del Porquet. Y que se me da lo mismo si hay humo, contaminación o alerta de temporal...

Mi amigo dice que desvarío, que esos modos no se contemplan ya, ni en la vida pública ni en la privada, y que un municipio, por grande que sea, lleva siempre las de perder ante el Estado. Pero algo me dice que está haciendo falta algo, parecido a un puñetazo en la mesa, que venga a restablecer el respeto...

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