Si escribir sobre la lluvia que va a caer es siempre arriesgado, hacerlo con una holgura de al menos treinta horas con respecto al momento ... en que el lector toma cuenta del diario mientras remueve su café es -ahora lo veo- un atrevimiento que lleva enseguida a aplaudir a los meteorólogos, profesionales en extremo arriesgados y valientes. Porque la gente ya hace muchos años que dejó de pedir aproximaciones generales para exigir alta precisión: queremos saber si lloverá, pero en la plaza del Carmen, durante el Cant de l'Estoreta, y justo a las once y media, cuando pasa mi comisión ante el jurado...

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Un serio temporal de invierno, ni mejor ni peor que otros cientos que casi todos hemos vivido, se instaló el domingo sobre nosotros y parece que nos va a acompañar al menos hasta el viernes. Se anunció potente; y ha desencadenado enseguida, al hilo de lluvias intensas, una serie de decisiones que, en este caso, se han presentado bajo el filtro -natural, pero escandalosamente nuevo- de una prudencia generalizada en todos los organismos de vigilancia y control, y en las autoridades que, a fin de cuentas, son las que han de tomar las últimas decisiones de seguridad colectiva.

Cualquiera ve que esta alerta es mucho más exigente, más cautelosa, más resabiada y recelosa que la del 29 de octubre. Cualquiera entiende que aquella alerta de chicharra fue reservona, además de tardía, y esta de ahora, quizá con menos motivos, ha ido mucho más al grano a la hora de advertir de los riesgos potenciales. Así las cosas, la gente ha sido mucho más prudente y avisada mientras las autoridades, razonablemente más atentas a la maniobra, han subido un escalón a la hora de comunicar una situación de peligro.

Sin ánimo de hacer gracia, hay que remitirse al aforismo del gato escaldado... Y a aquellos otros que reclamaban prevenir antes que curar. Teniendo como tenemos herramientas que permiten trabajar y estudiar por internet, una jornada de clase no presencial no es tan grave. Las universidades, con sus cierres, nos están dando la medida de la prudencia: el riesgo, en situaciones meteorológicas como las nuestras, se produce cuando quince o veinte mil alumnos, y cinco mil profesores, salen de casa y se ponen en camino para darse cita en el ritual de las aulas. Y como ese, mil ejemplos más...

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La medida de la prudencia que acompaña este nuevo episodio de lluvias me la da, sin embargo, ese extremo casi inédito que supone suspender una 'mascletà'. Era razonable hacerlo; aunque siempre, siempre, va a haber alguien en la oposición que esté en desacuerdo. Y más estos días, con esa otra crisis que ha anidado en el Ayuntamiento, de repente, sin comerlo ni beberlo. Con lo fácil que sería si esto fuera Alemania...

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