El jueves, para evocar su aniversario, LAS PROVINCIAS celebró un coloquio sobre el periodismo de proximidad y yo ahora me pregunto si hay otro modelo de periodismo. Porque el cable submarino de telégrafo con Terranova quedó tendido ocho años antes de que Llorente y Domenech ... fundaran este diario y desde ese día, no hay que engañarse, ya todo fue maldita proximidad a la redacción de la calle de las Avellanas.
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Claro que, incluso en el mundo global, todos sabemos qué es cocina de proximidad. Que no es otra que la que tiene latido propio, perfume de casa. La cocina, el periodismo de la cercanía se asientan sobre bases reconocibles de afecto y emotividad. Y en ese campo, no caben dudas, el periódico todavía está, como debe ser, impactado y conmovido por el 29 de octubre. Una fecha, el inicio de una tragedia valenciana que no deja de proyectar luces y sombras chinescas sobre las pantallas de un relato político encarnizado.
Estos días, al cumplirse los tres meses, las comisiones de investigación, y los periódicos en sus balances, están repasando lo que hicimos, lo que hicieron todos, en el fatídico 29 de octubre y después: el rey y la reina, Sánchez y Mazón, el CECOPI y la CHJ. Polo y Bernabé, Núñez, Catalá, Diana, los directores generales, los bomberos, los policías, el Ejército, la UME y la guardia civil, la meteorología, los embalses, los barrancos, los aforos, los dramas, las víctimas... y la prensa de proximidad. Curiosamente, en todas las comparecencias, en todas las entrevistas, en los cien enfoques que se exponen, por diversos que sean, yo creo ver, me empeño en observar que hay siempre un atisbo de exculpación, que todos, en el fondo, nos ponemos una venda sobre la herida y adoptamos un tono de expiación. Porque somos conscientes de que pudimos hacer las cosas mucho mejor, que incumplimos el prudente consejo de estar más alerta, que confiamos frívolamente en que la desgracia no iba a llegar y, en resumidas cuentas, que pecamos, como siempre, en esa confianza del que duerme tan pancho en la ribera de un rio.
No investiguéis tanto, la verdad. Todos sabemos, pero de lejos, lo que hicimos mal. Como sabemos que hay que derribar todo lo construido a 100 metros de los barrancos y que no tendremos agallas para prohibir que se construya otra vez. Sabemos donde están los errores y tenemos claro que ya los estamos cometiendo de nuevo al hacer una reconstrucción mimética de lo que había. Del mismo modo que sabemos que esas ayudas a los damnificados del famoso 'decreto ómnibus' salvado por los pelos, son la prueba de que estamos viviendo en un país miope hasta la náusea. En un país que pasa por la infinita vergüenza de estar secuestrado por una minoría independentista.
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O sea que, como queráis en la Moncloa: manifestaciones contra Mazón, que creó la lluvia y los barrancos, y estupendo todo lo demás.
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