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¿Os acordáis aún o el paso de mil telediarios nos ha borrado la memoria a todos? Porque hubo valencianos, de Valencia, pero también de ... Elche y otras ciudades, que llenaron una furgoneta de mantas, comida y potitos infantiles y se arrearon 2.600 kilómetros hacia el norte, para llegar cuanto antes hasta Polonia, donde los refugiados, mejor las refugiadas, llegaban por docenas con lo puesto. En marzo de 2022, está todo en las redes, hubo caravanas de auxilio desde toda España. Llevaban ayuda y traían familias enteras de refugiados porque Putin había empezado a bombardear Ucrania, a invadir un país al que en 2014 ya le había arrebatado buenos mordiscos de suelo.
Mañana se cumplen tres años del comienzo de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Pero fue hace unos días cuando nos enteramos de que las cosas no fueron como las vivimos, sino del revés: según el presidente Trump, los ucranianos fueron los que empezaron el conflicto cuando intentaron defenderse del turismo. Mala gente, la de Ucrania, demasiado aguerridos y patriotas, incapaces de entender la bondad del ruso.
Ya no es cosa de hacer chistes. Ver a un presidente que fue motor del asalto al Capitolio cómo ha tachado de dictador al presidente Zelensky, ver cómo lo ha apartado de un manotazo para dar una explicación radicalmente opuesta a un conflicto que sacudió y todavía sacude al mundo, supone una convulsión diplomática y estratégica de un calibre pocas veces visto en la historia. Nada es ya como era el 19 de enero en el tablero mundial; todos los escenarios tienen un enfoque más radical y estrafalario. Aunque se puede asegurar que los problemas abiertos ayer no han cambiado, sino que se han multiplicado.
Imposible saber, porque todos lo ocultan, cuántos muertos y tullidos ha dejado una guerra, que sigue abierta, aunque Trump ya la haya sentenciado. Podría ser un millón. Pero se intuye que hay unos diez millones de desplazados o refugiados y que los europeos hemos gastado unos 270.000 millones en ayudas y armas. Haciendo un gran esfuerzo para obviar muertes y sufrimiento del pueblo ucraniano (y también del ruso), basta evocar el alto precio que hemos pagado por los combustibles, las subvenciones que han sido necesarias, los negocios perdidos, las exportaciones truncadas por las sanciones... para darnos cuenta de que todos, países y gentes, hemos sido tratados como estúpidos por un personaje capaz de darle la vuelta al sentido común y los valores morales, democráticos y políticos de un modo brutal. Y de hacerlo, además, relegando a Europa al nivel de un parque temático de cultura antigua donde por lo general -menos mal- se come barato.
Todo eso, ese cambio de decorado súbito, sin que nuestro Congreso de los Diputados, el Gobierno y su presidente se hayan puesto manos a la obra. Y hoy, elecciones en Alemania.
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